La esperada comparecencia
Todos esperábamos impacientes las comparecencia del presidente Rodríguez Zapatero en el pleno extraordinario del Congreso de los Diputados para escuchar de primera mano, dejándonos de programas de televisión en horario prime time, qué va a hacer el Gobierno ante la crisis. Ni siquiera el retraso provocado por la presidenta argentina Cristina Fernández, que ha tenido la delicadeza de sólo retrasarse doce minutos respecto a la más de media hora que hizo esperar a los Reyes la noche anterior, ha podido menguar la expectación.
Y, ¿cuál ha sido la principal conclusión? Depende mucho del cristal con que se mire, porque lo que para algunos son 1.500 millones de euros para gastos sociales, para otros supone un recorte de 1.500 millones de los presupuestos previstos para los ministerios. En cualquier caso, es una rebaja sobre la ya aplicada anteriormente del 1,8%.
Con la premisa de que "no hay nada más importante que la necesidad de que acertemos en las decisiones", decía nuestro presidente, tratará de reforzar las partidas más fuertemente afectadas. Estas medidas no afectarán ni a los sueldos de los funcionarios, ni a los programas de política social ni, por supuesto, a la inversión para estimular el empleo.
El mensaje central, en cualquier caso, no ha sorprendido y ha ido muy en la línea de lo escuchado ayer al otro lado del Atlántico al presidente Obama: "Aún no hemos tocado fondo", aunque, al mismo tiempo apunta que "hay razones para pensar que estamos atravesando los peores momentos de la crisis", porque no ha habido tiempo para que las medidas del Gobierno haya tenido efecto.
Mariano Rajoy, por su parte, increpó al Rodríguez Zapatero por la ligereza con que se abordó la crisis en un principio y, en honor a la verdad, no le falta razón por ese lado. Si no estuviera en lo cierto, ¿por qué en tan poco tiempo ha sido necesario realizar un nuevo recorte a los presupuestos del Estado? En primer lugar, parece bastante evidente que no estaban correctamente dimensionados, a pesar de que algunas partidas, como la destinada al subsidio de paro, ya superó lo esperado en el mes de noviembre. En segundo lugar, porque los recortes se han distanciado muy poco en el tiempo y, al no haber tocado fondo aún, quién sabe si no será necesario otro más.
En lo que la oposición sí se equivoca de pleno, es en su mensaje de miedo, que no ayuda en absoluto a la disolución del miedo, que es el peor elemento de los que juegan en la crisis. Un ejemplo de ellos es en dudar de las pensiones en el corto plazo por la caída en las cotizaciones como consencuencia del incremento del paro, cuando, como sí se encargó de apuntar Zapatero, "la mayor pérdida de los despidos se ha producido en empleo precario con bases de cotización muy baja".
La otra conclusión que se debe extraer del pleno -o, al menos, de la parte del pleno que tuve ocasión de escuchar- es que la política en España sigue estando muy lejos de lo óptimo, pareciendo en ocasiones más un patio de colegio o una partida de mus que el lugar en el que se marcan las directrices de una nación.
Obama, el mesías como a veces me gusta llamarle, sabe que el pueblo lo ve así y por eso hoy mismo ha declarado que "no podemos darnos el lujo de ver al Congreso jugar los tradicionales juegos políticos (...) Envíenme un plan que cree o salvaguarde 4 millones de empleos". Sólo falta que no se quede en palabras y, además, cunda el ejemplo en el resto de países.
Y, ¿cuál ha sido la principal conclusión? Depende mucho del cristal con que se mire, porque lo que para algunos son 1.500 millones de euros para gastos sociales, para otros supone un recorte de 1.500 millones de los presupuestos previstos para los ministerios. En cualquier caso, es una rebaja sobre la ya aplicada anteriormente del 1,8%.
Con la premisa de que "no hay nada más importante que la necesidad de que acertemos en las decisiones", decía nuestro presidente, tratará de reforzar las partidas más fuertemente afectadas. Estas medidas no afectarán ni a los sueldos de los funcionarios, ni a los programas de política social ni, por supuesto, a la inversión para estimular el empleo.
El mensaje central, en cualquier caso, no ha sorprendido y ha ido muy en la línea de lo escuchado ayer al otro lado del Atlántico al presidente Obama: "Aún no hemos tocado fondo", aunque, al mismo tiempo apunta que "hay razones para pensar que estamos atravesando los peores momentos de la crisis", porque no ha habido tiempo para que las medidas del Gobierno haya tenido efecto.
Mariano Rajoy, por su parte, increpó al Rodríguez Zapatero por la ligereza con que se abordó la crisis en un principio y, en honor a la verdad, no le falta razón por ese lado. Si no estuviera en lo cierto, ¿por qué en tan poco tiempo ha sido necesario realizar un nuevo recorte a los presupuestos del Estado? En primer lugar, parece bastante evidente que no estaban correctamente dimensionados, a pesar de que algunas partidas, como la destinada al subsidio de paro, ya superó lo esperado en el mes de noviembre. En segundo lugar, porque los recortes se han distanciado muy poco en el tiempo y, al no haber tocado fondo aún, quién sabe si no será necesario otro más.
En lo que la oposición sí se equivoca de pleno, es en su mensaje de miedo, que no ayuda en absoluto a la disolución del miedo, que es el peor elemento de los que juegan en la crisis. Un ejemplo de ellos es en dudar de las pensiones en el corto plazo por la caída en las cotizaciones como consencuencia del incremento del paro, cuando, como sí se encargó de apuntar Zapatero, "la mayor pérdida de los despidos se ha producido en empleo precario con bases de cotización muy baja".
La otra conclusión que se debe extraer del pleno -o, al menos, de la parte del pleno que tuve ocasión de escuchar- es que la política en España sigue estando muy lejos de lo óptimo, pareciendo en ocasiones más un patio de colegio o una partida de mus que el lugar en el que se marcan las directrices de una nación.
Obama, el mesías como a veces me gusta llamarle, sabe que el pueblo lo ve así y por eso hoy mismo ha declarado que "no podemos darnos el lujo de ver al Congreso jugar los tradicionales juegos políticos (...) Envíenme un plan que cree o salvaguarde 4 millones de empleos". Sólo falta que no se quede en palabras y, además, cunda el ejemplo en el resto de países.
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