Las jornada de 65 horas seguirá siendo oficiosa

Tal y como pone de manifiesto Público, la Eurocámara entierra definitivamente la jornada de 65 horas, lo que sin duda creo que son buenas noticias. Para los despistados, la actual legislación fija una duración de 48 horas semanales.
Han sido cerca de seis años de intensas negociaciones para que, al cabo de este tiempo, se agotara el plazo legal para llegar a un acuerdo y se desestimara la reforma de la legislación vigente.
Entre los países que apoyaban la jornada laboral máxima de 65 horas se encontraban Reino Unido, Alemania, Polonia o Bulgaria.
¿Cuál es la posición de España? Pues continuar con la actual jornada de 48 horas, pero incorporando una cláusula para poder alargar el tiempo de trabajo si hay un acuerdo libre entre el trabajador y el empresario. ¡Qué hipocresía! Eso sería oficializar lo que ahora, bajo de la mesa, sucede contínuamente. En la actualidad, empresario y trabajador llegan a un acuerdo:

"El empleado acata que si no hace horas extras que no se pagan o nunca promocionará ni tendrá subida de sueldo o, directamente, no tendrá renovación de contrato". Eso es así y es un modelo de explotación en pleno siglo XXI que nos lleva a, cuando conseguimos salir de la oficina a nuestra hora, tener esa extraña sensación de culpabilidad de que nos dejamos algo sin hacer... o de pensar que salimos pronto. NO, salimos a nuestra hora.

Recientemente y, aprovechando la crisis, una amiga me contaba cómo en su trabajo la dirección general había tirado la pelota a su tejado dando la opción a prescindir de pagar la extra, a cambio de no despedir a una persona. Una cosa es solidaridad y otra muy distinta eludir responsabilidades, ¿no es así?

Y en medio de este panorama, el bueno de Emilio Márquez nos recuerda en su blog que Las ofertas de empleo no salen a la luz y se extiende el enchufismo, a la luz de un informe de Addeco. Según este informe, "el 80% de las vacantes disponibles para los demandantes de empleo se encuentran en el mercado oculto. Este mercado oculto de las ofertas de trabajo estaría compuesto por todas las vacantes que las empresas, por diversos motivos, prefieren no hacer explícitas, para lo que recurren a sus propias vías de reclutamiento, intermediarios (principalmente cazatalentos o headhunters) o referencias de personas de confianza".

Y esto es lo que nos lleva al peligro del enchufismo del que habla Márquez y que, sin lugar a dudas, las redes sociales y lo que ha venido denominándose 'networking' multiplican por mil. Siempre ha existido este enchufismo y no creo que haya modo de atajarlo. Tan sólo nos queda el consuelo de que ese enchufismo no sirva para perpetuar inútiles en puestos de trabajo (para eso ya tenemos las oposiciones a funcionario, aunque haya magníficos funcionarios públicos), sino que sirva para que excelentes profesionales metan la cabeza, so pena de que si no están a la altura, se la cortarán.