FiSahara: Ha nacido una estrella
Quién lo iba a decir pero ha sido así. Cuando parecía que todos los días contaríamos con un post de Fátima, nuestra estrella bloggera particular, ha llegado la Televisión Alemana y se la ha llevado. Fátima ha estado rodando durante todo el día de hoy con este medio y mañana, presumiblemente, también lo hará. En este inhóspito lugar del mundo, éstas cosas pasan y, además, no merece la pena darle más vueltas. Espero que mañana disfrutemos con una nueva entrega de la vida de Fátima, puesto que el domingo emprenderemos el camino de vuelta.
Así las cosas, lo prometido es deuda y aquí van unas cuantas fotos –no muchas porque la conexión vía satélite en mitad del desierto no da para mucho más-. A decir verdad, ha resultado ser más espectacular la expectación que ha despertado la carrera entre el pueblo que la competición en sí. Una competición que empezó puntual según horario saharaui con dos horas de retraso –pequeño guiño al ritmo vital local-, y que sorprendió por lo que he tenido a bien llamar el ‘efecto incertidumbre de meta’. Y es que, si bien la línea de salida se encontraba bien definida, la de llegada era una incógnita, llegándose uno a preguntar si es hasta que el camello no puede más.
En cualquier caso, impactante el modo de jalear a los corredores y de aplaudir y gritar el nombre del ganador, al que todos los espectadores rodearon en cuanto cruzó esa línea imaginaria de meta. El segundo clasificado también recibió lo suyo, mientras que el resto de los corredores pasaron un poco inadvertidos, cediendo sus monturas a los niños.
Y es que la carrera es una prueba más de cómo cualquier cosa que se salga de la rutina puede convertirse en el mayor de los acontecimientos. La frase “no tenemos nada más que hacer”, se ha repetido varias veces a lo largo de estos días y eso es lo que explica, en gran medida, el gran desorden horario que se vive en el campamento: se cena unos días a las 22:00, otros a las 24:00, se madruga muchísimo, puesto que la siesta es casi sagrada por el obligado recogimiento en las horas de calor… Y todo, con una inquietante sensación de normalidad para los que somos ajenos a este día a día.
Así las cosas, lo prometido es deuda y aquí van unas cuantas fotos –no muchas porque la conexión vía satélite en mitad del desierto no da para mucho más-. A decir verdad, ha resultado ser más espectacular la expectación que ha despertado la carrera entre el pueblo que la competición en sí. Una competición que empezó puntual según horario saharaui con dos horas de retraso –pequeño guiño al ritmo vital local-, y que sorprendió por lo que he tenido a bien llamar el ‘efecto incertidumbre de meta’. Y es que, si bien la línea de salida se encontraba bien definida, la de llegada era una incógnita, llegándose uno a preguntar si es hasta que el camello no puede más.
En cualquier caso, impactante el modo de jalear a los corredores y de aplaudir y gritar el nombre del ganador, al que todos los espectadores rodearon en cuanto cruzó esa línea imaginaria de meta. El segundo clasificado también recibió lo suyo, mientras que el resto de los corredores pasaron un poco inadvertidos, cediendo sus monturas a los niños.
Y es que la carrera es una prueba más de cómo cualquier cosa que se salga de la rutina puede convertirse en el mayor de los acontecimientos. La frase “no tenemos nada más que hacer”, se ha repetido varias veces a lo largo de estos días y eso es lo que explica, en gran medida, el gran desorden horario que se vive en el campamento: se cena unos días a las 22:00, otros a las 24:00, se madruga muchísimo, puesto que la siesta es casi sagrada por el obligado recogimiento en las horas de calor… Y todo, con una inquietante sensación de normalidad para los que somos ajenos a este día a día.
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