Coltán, el futuro insostenible
“Se trata del futuro. Muy pronto quien no tenga coltán no tendrá nada que hacer en la industria de las telecomunicaciones […] Quien controle el Congo controlará el mercado”. Así describe el protagonista de Coltán, la novela de Alberto Vázquez-Figueroa, la importancia de este material al que se atribuye el origen de las guerras étnicas de África Central, que ya han provocado más de 5 millones de muertos.
En realidad, no se trata de un mineral, sino de un compuesto formado por columbita y tantalita (el nombre es una contracción de ambos, col-tan); precisamente éste último, es el que le otorga tan extraordinario valor. La profesora Rosario Lunar, catedrática de Yacimientos Minerales de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid, y su colega Jesús Martínez Frías son dos de los mayores expertos en coltán de España. Sus estudios reflejan cómo las propiedades del tantalio han contribuido al progreso de la industria electrónica. La superconductividad que ofrece, su carácter ultrarrefractario (capaz de soportar temperaturas muy elevadas, se funde a los 2.996°C), su capacidad para almacenar carga eléctrica temporal y liberarla cuando se necesita y su alta resistencia a la corrosión y a la alteración en general, lo han convertido en un material imprescindible para la fabricación y miniaturización de teléfonos móviles, ordenadores, pantallas, GPS, satélites o armas teledirigidas.
La dependencia de este compuesto es tal, que Vázquez-Figueroa asegura que “hemos construido el futuro destruyendo los puentes del pasado, porque si se agotan las reservas, ¿cómo regresaremos a los teléfonos móviles de maleta, a los enormes monitores, cómo volarán los aviones sin sistemas de navegación?”. Según la consultora IDC, sólo en 2008 se vendieron 1.180 millones de teléfonos móviles en todo el mundo y alrededor de 300 millones de ordenadores.
Los principales yacimientos de coltán se encuentran en la República Democrática del Congo (RDC), que cuenta con el 80% de las reservas mundiales, seguida de Australia con un 10% y de Tailandia y Brasil con un 5%, respectivamente. Aunque los yacimientos también se encuentran asociados a granitos alcalinos y rocas relacionadas (cuarzo, feldespatos), la mayor parte de la explotación se realiza en los depósitos aluviales, puesto que su recuperación es mucho más sencilla pudiendo emplear para ello utensilios de madera. Éste ha sido, precisamente, la causa de la explotación infantil en Congo en condiciones de trabajo infrahumanas –se estima que por cada kilo de coltán han muerto entre dos y tres niños-. El kilo de coltán se pagaba al minero en los años del ‘boom’ (2000-2001) a 4 o 5 dólares, hoy a 2 dólares. Mientras, el precio en el mercado internacional en el año 2000 –la promesa del UMTS sirvió de incentivo- era de hasta 600 dólares el kilo, habiéndose estabilizado en la actualidad hasta los 400 dólares.
Según los últimos datos ofrecidos por el gobierno congoleño, en 2007 se exportaron cerca de 428 toneladas de coltán procedente de la región de Kivu y, sólo en la primera mitad de 2008, casi 271 toneladas. Con las 428 toneladas de 2007, podrían haberse conseguido alrededor de 116 toneladas de tantalio, siendo Australia y Brasil los mayores productores, con 435 y 180 toneladas, respectivamente. Canadá, Ruanda, Etiopía y Mozambique son algunos otros productores de tantalio.
La profesora Lunar indica que aún hay mucho por avanzar en la investigación del coltán –sólo hay un estudio realizado específicamente sobre este compuesto, fechado en 2002-, si bien existen 183 referencias de estudios sobre tantalita y 474 sobre columbita. La importancia de estos estudios es básica, puesto que serviría para identificar los afloramientos geológicos de procedencia, ayudando de esto modo a controlar su tráfico ilegal. Se estima que Ruanda obtiene alrededor de 20 millones de dólares mensuales con el tráfico ilegal de coltán.
Además, contribuiría a otras mejoras, puesto que los últimos hallazgos realizados que revelan que en ocasiones aparecen asociados al coltán elementos como el uranio, el torio y el radio. Así lo identificaron recientemente científicos del Departamento de Física y del Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad de Nairobi, evidenciado dosis de radiación en los trabajadores congoleños que extraen artesanalmente el coltán.
Impacto ecológico
Si bien es cierto que la explotación infantil, el nuevo colonialismo, la extracción ilegal de recursos naturales y el genocidio dominan en el conflicto del coltán, no hay que olvidar el impacto medio ambiental. No en vano, la RDC alberga, después del Amazonas, el segundo pulmón más grande del mundo y el 70% del agua dulce de África. Alrededor del 8% del país es zona protegida en reservas y el gobierno planea incrementarlo hasta alcanzar entre el 10 y el 15%. Según datos de Greenpeace, los bosques de África Central acumulan el 8% del carbono almacenado en el planeta por lo que si se produjera su deforestación, se podrían liberar 34.400 millones de toneladas de CO2, es decir, 65 veces las emisiones españolas en un año.
La RDC cuenta con el mayor bosque tropical de África, con una extensión superior a los 100 millones de hectáreas. Tanto es así, que el 45% de la superficie del país es bosque primario que protege a numerosas especies que en otras regiones africanas están en peligro de extinción (alberga a tres de las cuatro especies de grandes monos: gorilas, chimpancés y bononos). El país cuenta con más de 11.000 tipos de plantas, 450 mamíferos, 1.150 aves, 300 reptiles y 200 anfibios.
Indirectamente, las guerras provocadas por el control del coltán han perjudicado gravemente a parques nacionales como el del Virunga, en donde se arrasó durante la guerra con 36 millones de árboles y se cometieron matanzas de gorilas. Pero los efectos directos de la minería, más allá de los conflictos bélicos, también se dejan ver. La deforestación parece inevitable no sólo para acceder a los yacimientos sino, además, para aprovechar la madera con objeto de acomodar a los mineros, usar la leña para cocinar y calentarse, utilizar la corteza para fabricar las bandejas con las que se lava el coltán y las lianas para transportarlo. A ello se suman otros impactos, como la contaminación de las corrientes con el limo procedente del proceso de lavado, matando a invertebrados y reduciendo la fotosíntesis de las plantas acuáticas, lo que perjudica a la reproducción de los peces.
Aunque la mayor parte de las minas de coltán se encuentran en la región de Kivu, la provincia de Katanga también cuenta importantes yacimientos. En Katanga se encuentran dos parques nacionales –sólo el parque natural de Okapi aloja la mayor diversidad de monos del mundo, hasta 13 especies diferentes- y cerca de 15 reservas de caza. En 2006, el gobierno congoleño otorgó nuevas concesiones mineras y el resultado tras las muestras y los sondeos y la deforestación asociada fue la migración de buena parte de los elefantes a Zambia.
Según los datos de la organización de conservación Wildlife Direct, la población de elefantes ha disminuido un 80% en los últimos 50 años. Han pasado de los cerca de 100.000 elefantes en 1950 a los actuales 20.000. Hay sólo seis poblaciones de elefantes en RDC, cinco de las cuales se encuentran en áreas protegidas. Sólo entre 1995 y 1999 se mataron 4.000 ejemplares.
Otro de los parques naturales más castigados es el de Kahuzi-Biega (en Kivu Sur), donde se encuentra el hábitat del gorila de montaña. En este parque la población se ha visto prácticamente reducida a la mitad, pasando de 258 ejemplares a 130, según la Fundación Dian Fossey. Hecho alarmante teniendo en cuenta que en 1996 había 280 gorilas. Las principales causas son la escasez de comida, junto a la caza furtiva para aprovechar su carne como comida de los mineros. El Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidades sostiene que en los ocho parques nacionales de la RDC la población de gorilas ha descendido un alarmante 90%, quedando únicamente 3.000 ejemplares. Pedro Pozas, director ejecutivo del Proyecto Gran Simio en España, asegura que "se han perdido para siempre poblaciones muy importantes para la supervivencia de este simio en peligro de extinción. Sobre el bonobo, otro gran simio que vive en el interior de este país, no se sabe nada de sus poblaciones, temiéndose lo peor”. En cuanto a los elefantes, en Kahuzi-Biega sólo quedan un par de familias frente a los 3.600 ejemplares de hace unos años.
Trazabilidad y certificación
La comunidad internacional no es ajena a los problemas, pero los intereses comerciales son tan fuertes que hasta la fecha todas las medidas han quedado en papel mojado. Ya en 2001, el Consejo de Seguridad de la ONU subrayaba que “el papel del sector privado en la explotación de los recursos naturales y la continuidad de la guerra ha sido determinante. Un número de compañías han estado implicadas y han impulsado la guerra directamente. Otras han facilitado acceso a recursos financieros, que han sido empleados para la compra de armas”. El Consejo llegó a establecer un embargo a la importación y exportación de recursos ligados a estas actividades, so pena de sanciones, que nunca se han aplicado.
Venta de coltán (Mark Craemer) |
Sin embargo, las últimas propuestas de diversos organismos internacionales parecen apostar más por sistemas de trazabilidad y certificación. El año pasado, el ministro de Minas de la RDC, Victor Kasongo, aseguró que para 2009 el gobierno dispondría de una mapa de la producción de coltán en el país. La idea que subyace es la de marcar la trazabilidad del coltán para incidir en la ética de los propios fabricantes y consumidores. De este modo, “los consumidores podrán ver muchos de sus dispositivos, muchos iPods, con la certificación que prueba el comercio justo”, señaló. En esencia, se trata de establecer un sistema similar al Kimberley Process que se aplicó a los llamados ‘diamantes de sangre’, causa también de guerras supuestamente étnicas. El objetivo es contar, según el ministro, con “licencias, control centralizado, certificación, más beneficios, paz y estabilidad para el Congo”.
El último informe la organización Global Witness, publicado el pasado mes de julio, advierte de que “los gobiernos no deberían hacer depender todas sus esperanzas en el desarrollo de sistemas internacionales de certificación porque llevará tiempo y recursos considerables”. Global Witness aboga por priorizar otras acciones como la exclusión de los países beligerantes del sector minero.
Por el momento, muchos de los fabricantes de electrónica, dentro de sus políticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), exigen a sus proveedores que el coltán suministrado no proceda del Congo, tal y como ya solicitó en 2001 la ONU. Es el caso de Nokia o Apple, entre muchas otras, que niegan que el coltán y otros minerales como el cobalto en sus dispositivos procedan de conflictos ilegales. Kenneth Hong, director de Comunicación a nivel mundial de LG Electronics, precisó a Público que “LG Electronics no tiene una política o postura específica sobre el comercio con países o materiales concretos. Lo que sí realizamos regularmente son evaluaciones de nuestros proveedores para que no violen nuestro código ético de conducta”, en el que se prohíbe la explotación infantil y el trato inhumano, defendiendo el pago y duración de la jornada “de acuerdo a las leyes locales”. No obstante, existen ejemplos, como denuncia Vázquez-Figueroa de partidas extraídas en el Congo y comercializadas desde Brasil.
Trabajador saliendo de la mina de coltán (Mark Craemer) |
La alternativa del Paladio
La industria de la electrónica busca alternativas al coltán pero, tal y como señala Vázquez-Figueroa tras las investigaciones que le llevaron a escribir su libro, “lo más aproximado es el paladio, aunque no sea sustitutivo ni mucho menos”. Entre Rusia y Sudáfrica acaparan el 80% de las reservas mundiales de paladio. Al hecho de que está lejos de reunir las mismas propiedades del coltán se suma que también es muy escaso. Hace tres años la producción mundial apenas alcanzaba las 200 toneladas.
Proyecto Gran Simio
El colectivo artístico Transnational Temps con apoyo del Proyecto Gran Simio, ha puesto en marcha la iniciativa “Digital Jungle Simiomobile” para impulsar el reciclaje. La propuesta pasa por una serie de teléfonos móviles que utilizan coltán reciclado y con los que los usuarios apadrinan un ejemplar de la familia de los grandes simios, invirtiendo 1 céntimo de euro a la especie protegida cada vez que el usuario recibe -o hace- una llamada a otro número de teléfono. A cambio, el padrino recibe SMS con noticias que afectan a la supervivencia de la especie, accede a la comunidad Jungle compuesta por otros padrinos y disfrutar de otras herramientas de comunicación. Pozas lamenta que “por ahora, ninguna operadora o fabricante han apoyado el proyecto”.
(Reportaje en Público, agosto de 2009)
Sin comentarios