El debate de las desalinizadoras
En la edición de Público de hoy abordo la puesta en marcha de la mayor desaladora de Europa dedicada exclusivamente a consumo urbano -no a regadío-. Se trata de la planta inaugurada este mismo verano en El Prat de Llobregat y que está llamada a terminar con las situaciones de crisis vividas por sequía en esta región, como ya sucediera en 2008.
Abrir una planta desalinizadora y saber qué tecnologías se emplearán en los procesos no es una cuestión para tomarse a la ligera, porque podría darse el caso de que el consumo de energía sea tal para potabilizar el agua que no compense en términos medio ambientales. Además, en este caso, la planta se encuentra en las inmediaciones del Delta del Llobregat, cuya superficie se encuentra en la propuesta catalana de la Red Natura 2000.
No parece ser el caso porque, para empezar, desde el principio no se ha concebido esta planta para 'hacer negocio' per se, sino para producir el abastecimiento que no se consiga a través de las 'fuentes naturales'. En este sentido y a pesar de que la planta dispone de 10 líneas de producción, éstas únicamente se encontrarán a pleno rendimiento cuando las reservas de agua en los pantanos sean inferiores al 60% -en la actualidad se encuentran al 71,2%-, optimizando así el consumo de energía. El objetivo, así pues, es contar con reservas ilimitadas de agua.
La gran problemática de este tipo de plantas es la salmuera -el agua cargada de sales y otros residuos resultante del proceso de desalación-, pero se ha sido especialmente cuidados con el tema y los vertidos se ha desplazado a 3 kilómetros de la costa y a una profundidad de 60 metros. Esto ha sido posible al seguimiento a rajatabla de la evaluación de impacto medioambiental, que en tantos otros proyectos obvian interesadamente. No ha sido el caso, y a esta actuación han seguido otras como la ampliación de las zonas de especial protección para las aves (ZEPA) o que durante los periodos de nidificación se hayan paralizado las obras.
El proceso de ósmosis inversa
Se trata del método más avanzado y rentable para la desalación de agua salobre o de mar. El agua es absorbida y transportada a unos canales por medio de tuberías en el fondo marino. Una vez en el canal, el agua es tratada con elementos químicos y pasa a través de filtros para limpiar tanto de arena como de impurezas.
En ese mismo instante arranca el proceso por ósmosis inversa, consistente en que dos soluciones de distinta concentración tienden a igual sus concentraciones de una membrana desde la solución más diluida a la más concentrada hasta alcanzar un equilibrio.
En concreto y gracias a una turbo-bomba, se aplica presión a la solución más concentrada para obtener más cantidad de solución diluida, esto es, con menos sal, tras la reducción de los cristales de sal. En realidad, se obtienen dos tipos de agua en este proceso: por un lado, salada (salmuera), que es devuelta al mar en zonas revueltas como un rompeolas para que se mezcle bien y la sal residual no cause daños ecológicos; por otro, agua potable, que se almacena es unos depósitos para mineralizarla, dotándole de mayor calidad para el consumo humano.
Abrir una planta desalinizadora y saber qué tecnologías se emplearán en los procesos no es una cuestión para tomarse a la ligera, porque podría darse el caso de que el consumo de energía sea tal para potabilizar el agua que no compense en términos medio ambientales. Además, en este caso, la planta se encuentra en las inmediaciones del Delta del Llobregat, cuya superficie se encuentra en la propuesta catalana de la Red Natura 2000.
No parece ser el caso porque, para empezar, desde el principio no se ha concebido esta planta para 'hacer negocio' per se, sino para producir el abastecimiento que no se consiga a través de las 'fuentes naturales'. En este sentido y a pesar de que la planta dispone de 10 líneas de producción, éstas únicamente se encontrarán a pleno rendimiento cuando las reservas de agua en los pantanos sean inferiores al 60% -en la actualidad se encuentran al 71,2%-, optimizando así el consumo de energía. El objetivo, así pues, es contar con reservas ilimitadas de agua.
La gran problemática de este tipo de plantas es la salmuera -el agua cargada de sales y otros residuos resultante del proceso de desalación-, pero se ha sido especialmente cuidados con el tema y los vertidos se ha desplazado a 3 kilómetros de la costa y a una profundidad de 60 metros. Esto ha sido posible al seguimiento a rajatabla de la evaluación de impacto medioambiental, que en tantos otros proyectos obvian interesadamente. No ha sido el caso, y a esta actuación han seguido otras como la ampliación de las zonas de especial protección para las aves (ZEPA) o que durante los periodos de nidificación se hayan paralizado las obras.
El proceso de ósmosis inversa
Se trata del método más avanzado y rentable para la desalación de agua salobre o de mar. El agua es absorbida y transportada a unos canales por medio de tuberías en el fondo marino. Una vez en el canal, el agua es tratada con elementos químicos y pasa a través de filtros para limpiar tanto de arena como de impurezas.
En ese mismo instante arranca el proceso por ósmosis inversa, consistente en que dos soluciones de distinta concentración tienden a igual sus concentraciones de una membrana desde la solución más diluida a la más concentrada hasta alcanzar un equilibrio.
En concreto y gracias a una turbo-bomba, se aplica presión a la solución más concentrada para obtener más cantidad de solución diluida, esto es, con menos sal, tras la reducción de los cristales de sal. En realidad, se obtienen dos tipos de agua en este proceso: por un lado, salada (salmuera), que es devuelta al mar en zonas revueltas como un rompeolas para que se mezcle bien y la sal residual no cause daños ecológicos; por otro, agua potable, que se almacena es unos depósitos para mineralizarla, dotándole de mayor calidad para el consumo humano.
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