Resaca estadística
Casi 2 millones de españoles son alcohólicos, y cerca de 3,68 millones, sin serlo, abusa del alcohol. Son los últimos datos facilitados por la Federación de Alcohólicos Rehabilitados de España (FARE) y, para ser francos, asustan. Pensar que el 8% de la población anda enganchado de una botella es para preocuparse. El perfil, además, ha cambiado: hemos pasado de tener dependientes de entre 40 o 50 años a que sean jóvenes de 20 años.
Peor aún es tener en cuenta que habrá muchos que todavía no sean conscientes de su verdadero problema. La manera de simplificar la evaluación de su estado: si bebe el equivalente a medio litro de vino, usted abusa del alcohol. Por el contrario, si lo que bebe diariamente es equiparable a una botella de vino de tres cuartos, es alcohólico.
Y en este punto, es de ley preguntarse si las medidas que se adoptan son suficientes. Y cuando uno reflexiona sobre este punto, inevitablemente piensa en la Administración Pública. Dejando a un lado lo cuestionables que son ciertas leyes como la 'anti 2x1' de Cataluña -pisotear libertades no parece la mejor manera de atajar el problema-, hay que ir más allá de la Administración.
El alcohol, como el machismo, las drogas, el acoso escolar o la violencia en sí misma son problemas que trascienden, por mucho además, el grado de actuación del Gobierno. Los padres se han relajado demasiado tiempo, sumergidos en las exigencias de la sociedad actual, esa que fomenta la competitividad, que cada vez más nos aleja de conciliar vida laboral con vida personal -y digo personal, porque los que no tenemos familia también tenemos derecho, ¿no?
Según el INE, casi un 6% de nuestros jóvenes entre 14-18 años ha probado la cocaína y en 2008 se diagnosticaron casi 1.300 casos nuevos de SIDA (de los contagiados por relaciones sexuales de riesgo, 257 fueron heterosexuales y 146 homo/bi sexuales). Son datos que delatan que, de base, algo estamos haciendo mal. Y si en temas tan ajenos al ámbito individual como el I+D+i es muy cómodo depositar todo el mal en los políticos -como si la inversión privada en I+D estuviera a altura en España-, más aún lo es hacerlo en temas del ámbito estrictamente personal.
O damos un paso hacia atrás y tomamos las riendas de nuestro propio destino o caeremos inevitablemente en picado.
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