El día que Rubalcaba discriminó a los policías
Un día después de la celebración del Día Internacional de la Lucha contra el SIDA, la noticia de una posible expulsión en las pruebas de acceso a policía de los candidatos portadores de VIH ha caído como un jarro de agua fría.
La respuesta del Gobierno -a una pregunta de Llamazares (IU)- hacía referencia a que "las circunstancias de contacto con los ciudadanos llevan a la conclusión de que un funcionario policial con VIH+ se encontraría, dada su deficiencia inmunológica, con un riesgo mucho mayor de contraer infecciones por su actividad laboral, siendo a la vez una posible fuente de contagio".
La medida no sólo afecta a los cerca de 60.000 jóvenes que se habían presentado a las pruebas para conseguir una de las 2.000 plazas de policía, sino que afecta a todo el cuerpo. A fin de cuentas, por el razonamiento esgrimido por el PSOE, si un policía en activo es infectado será inmediatamente despedido, ¿no es asi?
A los peligros que ya se expone la Policía, sumamos ahora el de la Administración Pública: Si un yonki pincha con su jeriguilla infectada al policía, éste no sólo caerá en desgracia por padecer SIDA sino que, además, se quedará en paro. ¿Un motivo más para no interceder en ciertos altercados?
Incluso manteniendo el razonamiento de Rubalcaba, éste debió de olvidar la cantidad de trabajo que se puede realizar en despachos siendo policía. Esos mismos despachos en donde deberían meterse los policias barrigones que a veces uno se encuentra en la calle y que despiertan serias dudas sobre su capacidad de respuesta ante una emergencia.
A veces, la ligereza de algunos comentarios por parte de los políticos pueden traer nefastas consecuencias, aún cuando entren en flagrante contradicción con la campaña que, el mismo día de la respuesta, había puesto en marcha el Ministerio de Sanidad (en la fotografía, parte del folleto repartido ayer).
Una lástima, señor Rubalcaba. Para todos.
La respuesta del Gobierno -a una pregunta de Llamazares (IU)- hacía referencia a que "las circunstancias de contacto con los ciudadanos llevan a la conclusión de que un funcionario policial con VIH+ se encontraría, dada su deficiencia inmunológica, con un riesgo mucho mayor de contraer infecciones por su actividad laboral, siendo a la vez una posible fuente de contagio".
La medida no sólo afecta a los cerca de 60.000 jóvenes que se habían presentado a las pruebas para conseguir una de las 2.000 plazas de policía, sino que afecta a todo el cuerpo. A fin de cuentas, por el razonamiento esgrimido por el PSOE, si un policía en activo es infectado será inmediatamente despedido, ¿no es asi?
A los peligros que ya se expone la Policía, sumamos ahora el de la Administración Pública: Si un yonki pincha con su jeriguilla infectada al policía, éste no sólo caerá en desgracia por padecer SIDA sino que, además, se quedará en paro. ¿Un motivo más para no interceder en ciertos altercados?
Incluso manteniendo el razonamiento de Rubalcaba, éste debió de olvidar la cantidad de trabajo que se puede realizar en despachos siendo policía. Esos mismos despachos en donde deberían meterse los policias barrigones que a veces uno se encuentra en la calle y que despiertan serias dudas sobre su capacidad de respuesta ante una emergencia.
A veces, la ligereza de algunos comentarios por parte de los políticos pueden traer nefastas consecuencias, aún cuando entren en flagrante contradicción con la campaña que, el mismo día de la respuesta, había puesto en marcha el Ministerio de Sanidad (en la fotografía, parte del folleto repartido ayer).
Una lástima, señor Rubalcaba. Para todos.
La privacidad en los datos de salud tendría que ser un derecho universal, pero si el Estado se la carga a las primeras de cambio, apaga y vámonos.
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