La reforma del empresario


ABC publica hoy un artículo en el que algunos de los ex ministros de Trabajo del PP dan sus recetas para la salida de la crisis. Merece la pena su lectura, creánme. Dos son las conclusiones principales que se extraen: por un lado, que los costes del despido no son el centro del problema y, por otro, el grave problema que supone la temporalidad.

Javier Arenas, primer ministro de Trabajo de la etapa Aznar, asegura que "los socialistas apostaron por el empleo precario a principios de los 80. Y nosotros dotamos de protección social al empleo temporal". Bastante cuestionable esta afirmación, hasta el punto de que más bien yo diría que fue el PP precisamente quien abrió la puerta a la 'barra libre' de la temporalidad.

Uno de los principales problemas que tenemos es el empresario, mal que nos pese, en dos vertientes: en primer lugar, su gusto por la economía sumergida que nos posiciona a la cabeza de Europa -y eso son muchos millones de euros- y, en segundo, su visión cortoplacista. Hablan todos los exministros en el artículo de imitar el modelo alemán, muy amigo de los contratos parciales. Pensar trasladar ese modelo a España con el empresariado actual es una locura: en Alemania el sueldo sigue siendo digno a pesar de la parcialidad; aquí, el empresario aprovecharía para hacer una auténtica sangría en los salarios.

Bajo estas condiciones, ni siquiera me molesto en comentar la recomendación de Zaplana de "ligar salario a productividad". El empresario pide reformas y el primero que se ha de reformar es él mismo, empezando por echar a la calle a su representante impresentable, Díaz Ferrán.
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