Lectura sociológica de una Europa decadente
Italia ha sorprendido decepcionado con los resultados de las elecciones regionales italianas. Algunos nos las prometíamos felices cuando leíamos los primeros titulares con los resultados provisionales, en los que se hablaba de cómo la izquierda se imponía a Berlusconi. Pero luego ha llegado el jarro de agua fría, cuando se ha sabido que de las 13 regiones italianas en las que celebraron comicios -de un total de 20-, la agrupación de centro-derecha del primer ministro ha triunfado en un total de seis, cuatro más que en las elecciones anteriores.
Es triste ver cómo un país como Italia se confía a la xenófoba Liga Norte, por mucho que según La Stampa el índice de abstención haya sido elevado -uno de cada tres no votó-. Acostumbra a recurrirse a los analistas políticos para explicar los resultados electorales. Nada de eso tiene sentido.
Es preciso un sociólogo para explicar el fenómeno que allí se vive y que, lamentablemente, bien puede ser preludio de lo que está por venir en el resto de Europa, incluida España. Qué extraño fenómeno, qué reflexión lleva a un pueblo a obviar el desprecio por la libertad, por los principios más básicos de la democracia -salvo el que otorga las urnas- del que ha hecho gala en los dos últimos años Berlusconi.
Las comparaciones son odiosas, pero ni será la primera ni la última vez que hechos como éstos nos hacen volver la mirada a la Alemania de 1933 para, inmediatamente después, mirar a un ayuntamiento catalán o a otro madrileño.
Y aterra.
Es triste ver cómo un país como Italia se confía a la xenófoba Liga Norte, por mucho que según La Stampa el índice de abstención haya sido elevado -uno de cada tres no votó-. Acostumbra a recurrirse a los analistas políticos para explicar los resultados electorales. Nada de eso tiene sentido.
Es preciso un sociólogo para explicar el fenómeno que allí se vive y que, lamentablemente, bien puede ser preludio de lo que está por venir en el resto de Europa, incluida España. Qué extraño fenómeno, qué reflexión lleva a un pueblo a obviar el desprecio por la libertad, por los principios más básicos de la democracia -salvo el que otorga las urnas- del que ha hecho gala en los dos últimos años Berlusconi.
Las comparaciones son odiosas, pero ni será la primera ni la última vez que hechos como éstos nos hacen volver la mirada a la Alemania de 1933 para, inmediatamente después, mirar a un ayuntamiento catalán o a otro madrileño.
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