Marruecos 1, Europa 0 (gol en propia meta)
Ignacio Cembrero firma hoy en El País un interesante artículo titulado Marruecos acosa a los cristianos. En su interior, el periodista nos descubre un Marruecos en el que se expulsa a quienes, según el gobierno de Mohamed VI, pretenden "quebrantar la fe musulmana". Sólo desde el pasado mes de marzo ya se ha expulsado a más de 80 protestantes y a un católico acusados de estas prácticas.
Según un correo del consejero cultural de la embajada de Gabón en Rabat a los 80 estudiantes de su país en universidades de Marruecos, "está prohibido discutir de religión con los marroquíes o cualquier otra persona de confesión musulmana". El correo continúa pidiendo prudencia a los estudiantes en sus declaraciones, para que no sean expulsados por la policía marroquí, cada vez más represora.
Cembrero, la verdad, ha escrito un artículo de 10, remarcando cómo "el grueso de las expulsiones coincidieron con la celebración, en Granada, el primer fin de semana de marzo, de la cumbre UE-Marruecos, impulsada por la presidencia española de los Veintisiete" y llamando la atención como hace tan sólo unos días "la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega afirmó en Punto Radio que si no había más iglesias en Marruecos es porque no había suficientes fieles". Ya en 2006 escribió otro artículo magistral sobre los marroquís convertidos al cristianismo.
¿Se puede ser más cínico? ¿Es posible hacer mayor ejercicio de indecendia política, de mirar hacia otro lado a sabiendas de que algo no marcha bien? Me sorprendo a mi mismo indignándome por esta actitud pero, en realidad, es lo mínimo que podía esperar de un gobierno como el español, que con independencia de quien lleve las riendas (PSOE o PP), consiente la constante violación de los Derechos Humanos contra el pueblo saharaui. Un pueblo, por cierto, mucho más tolerante, más avanzado, en el que aún siendo musulmanes consienten el divorcio, cuidan a sus mujeres, impiden la violencia de género y conviven abiertamente con quienes profesan otras religiones.
Lean, lean el artículo de El País y, tal vez, se alarmen por cómo se expulsa a los cristianos de Marruecos sólo por el hecho de abrazar otra religión. Si les sucede eso, si se revuelven sus conciencias, piensen entonces cómo se sentirá un saharaui al que, además, arrebatan su tierra, roban sus recursos naturales, le torturan en las cárceles y, mientras, la comunidad internacional mira hacia otro lado.
Según un correo del consejero cultural de la embajada de Gabón en Rabat a los 80 estudiantes de su país en universidades de Marruecos, "está prohibido discutir de religión con los marroquíes o cualquier otra persona de confesión musulmana". El correo continúa pidiendo prudencia a los estudiantes en sus declaraciones, para que no sean expulsados por la policía marroquí, cada vez más represora.
Cembrero, la verdad, ha escrito un artículo de 10, remarcando cómo "el grueso de las expulsiones coincidieron con la celebración, en Granada, el primer fin de semana de marzo, de la cumbre UE-Marruecos, impulsada por la presidencia española de los Veintisiete" y llamando la atención como hace tan sólo unos días "la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega afirmó en Punto Radio que si no había más iglesias en Marruecos es porque no había suficientes fieles". Ya en 2006 escribió otro artículo magistral sobre los marroquís convertidos al cristianismo.
¿Se puede ser más cínico? ¿Es posible hacer mayor ejercicio de indecendia política, de mirar hacia otro lado a sabiendas de que algo no marcha bien? Me sorprendo a mi mismo indignándome por esta actitud pero, en realidad, es lo mínimo que podía esperar de un gobierno como el español, que con independencia de quien lleve las riendas (PSOE o PP), consiente la constante violación de los Derechos Humanos contra el pueblo saharaui. Un pueblo, por cierto, mucho más tolerante, más avanzado, en el que aún siendo musulmanes consienten el divorcio, cuidan a sus mujeres, impiden la violencia de género y conviven abiertamente con quienes profesan otras religiones.
Lean, lean el artículo de El País y, tal vez, se alarmen por cómo se expulsa a los cristianos de Marruecos sólo por el hecho de abrazar otra religión. Si les sucede eso, si se revuelven sus conciencias, piensen entonces cómo se sentirá un saharaui al que, además, arrebatan su tierra, roban sus recursos naturales, le torturan en las cárceles y, mientras, la comunidad internacional mira hacia otro lado.
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