Morales o el alumno aventajado de Chávez
Evo Morales llegó al Gobierno boliviano en 2006 con su MAS (Movimiento Al Socialismo) y ahora todo hace indicar que revalidará mandato, aunque con un apoyo menos contundente a pesar de cómo Morales juega con el populismo para ganar el voto sin fundamento, esto es, el voto de quienes viven desinformados bajo la losa del analfabetismo. Aunque en los medios españoles no se le dedique tanto espacio como a otros países vecinos como Colombia o Venezuela, merece una reflexión, puesto que, en mi opinión, un nuevo mandato de Morales no parece una buena noticia.
Especialmente interesante resulta el análisis que, con motivo del tercer año de gestión, hacía el columnista Jimmy Ortiz Saucedo.Ortiz subraya cómo, aunque el balance económico podría considerarse positivo -incluso, a pesar del intervencionismo que ha desencantado a las inversiones extranjeras y que lo convierte en insuficiente para el columnista-, no sucede lo mismo con el balance social y político: más pobreza, más racismo y más plantaciones de coca.
Lo mejor que le pudo pasar al país es que el MAS perdiera el control del Senado tan sólo un año después de que llegara al Gobierno porque, como dijo el propio propio presidente de la Cámara, ésta "fiscaliza al Gobierno" y Morales lo sabe tanto que por temor a perder el poder nunca permite que se ausenten del país al mismo tiempo su vicepresidente y él.
A pesar de autoproclamarse como el gran defensor de los indígenas, la realidad de la política de Evo Morales le delata como un defensor de los mestizos, que son, a fin de cuentas, quienes le soportan en el poder. Durante una entrevista en 2007, Morales aseguraba que "Bolivia ya no tiene dueños sino socios". Se equivocaba, porque aún con socios como indica -los mestizos-, dueño también tiene: el MAS y, concretamente, el propio Morales, que hace de la represión contra los opositores su mejor arma, al más puro estilo Chávez. Un ejemplo de ello son las 165 agresiones a periodistas y los 154 ataques a medios de comunicación social que entre mayo de 2008 y abril de 2009 se ejercició según la Asociación Nacional de la Prensa.
Populismo que bordea peligrosamente el lado más violento de la política, siempre a la sombra del respaldo de Hugo Chávez. Prueba de ello es su coqueteo con los ponchos colorados -indígenas, grupos de campesinos aymarás armados de corte paramilitar-. Violencia que incluso encuentra reflejo en ese intento de equiparar la justicia boliviana con los usos y costumbres y con la justificia indígena tradicional que contempla, incluso, los castigos físicos.
Especialmente interesante resulta el análisis que, con motivo del tercer año de gestión, hacía el columnista Jimmy Ortiz Saucedo.Ortiz subraya cómo, aunque el balance económico podría considerarse positivo -incluso, a pesar del intervencionismo que ha desencantado a las inversiones extranjeras y que lo convierte en insuficiente para el columnista-, no sucede lo mismo con el balance social y político: más pobreza, más racismo y más plantaciones de coca.
Lo mejor que le pudo pasar al país es que el MAS perdiera el control del Senado tan sólo un año después de que llegara al Gobierno porque, como dijo el propio propio presidente de la Cámara, ésta "fiscaliza al Gobierno" y Morales lo sabe tanto que por temor a perder el poder nunca permite que se ausenten del país al mismo tiempo su vicepresidente y él.
A pesar de autoproclamarse como el gran defensor de los indígenas, la realidad de la política de Evo Morales le delata como un defensor de los mestizos, que son, a fin de cuentas, quienes le soportan en el poder. Durante una entrevista en 2007, Morales aseguraba que "Bolivia ya no tiene dueños sino socios". Se equivocaba, porque aún con socios como indica -los mestizos-, dueño también tiene: el MAS y, concretamente, el propio Morales, que hace de la represión contra los opositores su mejor arma, al más puro estilo Chávez. Un ejemplo de ello son las 165 agresiones a periodistas y los 154 ataques a medios de comunicación social que entre mayo de 2008 y abril de 2009 se ejercició según la Asociación Nacional de la Prensa.
Populismo que bordea peligrosamente el lado más violento de la política, siempre a la sombra del respaldo de Hugo Chávez. Prueba de ello es su coqueteo con los ponchos colorados -indígenas, grupos de campesinos aymarás armados de corte paramilitar-. Violencia que incluso encuentra reflejo en ese intento de equiparar la justicia boliviana con los usos y costumbres y con la justificia indígena tradicional que contempla, incluso, los castigos físicos.
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