"Yo era el único blanquito"
Ayer se celebró el juicio contra Roberto Alonso de la Varga, español de 29 años, 'el hijo del jardinero', como se le conoce en su barrio de la localidad madrileña de Alcalá de Henares. Lo recordarán: es el sujeto que golpeó en la nuca al congoleño Miwa Monake, de 40, y lo dejó tetrapléjico. Si leen la crónica de Susana Hidalgo en Público, el siguiente párrafo es muy ilustrativo:
"¿Llamó usted a Monake hijo de puta?", preguntó el fiscal. "No", sostuvo el acusado. "¿Dijo que en España no había sitio para ellos, los negros?". "No". "Le gritó: ¡Arriba España!?". "No", se reiteró el supuesto agresor, que alternó en sus constestaciones el "no" y los "para nada".
A pesar de la brutalidad de los hechos, a pesar de frases como "hijo de puta, puto negro, tu sitio está con los monos en el zoo" o "yo era el único blanquito", como recuerda 'el hijo del jardinero' sus salidas por las discotecas de africanos, hay algo que me preocupa aún más que esta 'animalidad': el racismo encubierto.
Como sucede con otros colectivos, en España aún existe un racismo/xenofobia exageradamente extendidos. Haga la prueba; pregunte a alguno de sus amigos de más de 40 años y con mucha probabilidad se producirá el siguiente diálogo: "¿Eres racista". "¿Qué? Para nada". "Te gustaría que tu hija se casara con un negro?" "Ehhh.... bueno... prefiero que no".
Y lo mismo sucede con puestos de trabajo, con el trato personal, con los cruces de miradas en el vagón del metro. Sucede aquí el mismo fenómeno de las audiencias de televisión, en las que nadie asegura ver programas de telebasura, pero las audiencias están ahí. Nadie asegura ser racista, pero los hechos están ahí.
No quisiera rebajar el problema a un asunto de nacionalidades, porque soy un firme detractor de las banderas, pero también se extiende el error de cruzarse con alguien negro -lo siento, odio la frase 'de color'... ¿de qué color?- y pensar que es extranjero. Por ser práctico -y reduccionista, lo sé-, ¿saben la cantidad de negros españoles, nacidos en este pedazo de tierra, que ayudan a pagar sus pensiones, pasadas, presentes y futuras? Muchos más de los que piensan, se lo aseguro.
Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que o nos desprendemos de tabús, de prejuicios, de falsas premisas y de reprobables razonamientos o seremos tan pobres de espíritu que no seremos dignos, no ya de este país, sino del mundo entero. Siempre me ha maravillado la riqueza de la multiculturalidad, la belleza de este mundo multirracial y ahora tenemos el privilegio de tenerlo todo aquí.
¿Por qué no somos capaces de disfrutar, de aprovechar, de enriquecernos con lo que, a mis ojos, es todo un regalo?
"¿Llamó usted a Monake hijo de puta?", preguntó el fiscal. "No", sostuvo el acusado. "¿Dijo que en España no había sitio para ellos, los negros?". "No". "Le gritó: ¡Arriba España!?". "No", se reiteró el supuesto agresor, que alternó en sus constestaciones el "no" y los "para nada".
A pesar de la brutalidad de los hechos, a pesar de frases como "hijo de puta, puto negro, tu sitio está con los monos en el zoo" o "yo era el único blanquito", como recuerda 'el hijo del jardinero' sus salidas por las discotecas de africanos, hay algo que me preocupa aún más que esta 'animalidad': el racismo encubierto.
Como sucede con otros colectivos, en España aún existe un racismo/xenofobia exageradamente extendidos. Haga la prueba; pregunte a alguno de sus amigos de más de 40 años y con mucha probabilidad se producirá el siguiente diálogo: "¿Eres racista". "¿Qué? Para nada". "Te gustaría que tu hija se casara con un negro?" "Ehhh.... bueno... prefiero que no".
Y lo mismo sucede con puestos de trabajo, con el trato personal, con los cruces de miradas en el vagón del metro. Sucede aquí el mismo fenómeno de las audiencias de televisión, en las que nadie asegura ver programas de telebasura, pero las audiencias están ahí. Nadie asegura ser racista, pero los hechos están ahí.
No quisiera rebajar el problema a un asunto de nacionalidades, porque soy un firme detractor de las banderas, pero también se extiende el error de cruzarse con alguien negro -lo siento, odio la frase 'de color'... ¿de qué color?- y pensar que es extranjero. Por ser práctico -y reduccionista, lo sé-, ¿saben la cantidad de negros españoles, nacidos en este pedazo de tierra, que ayudan a pagar sus pensiones, pasadas, presentes y futuras? Muchos más de los que piensan, se lo aseguro.
Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que o nos desprendemos de tabús, de prejuicios, de falsas premisas y de reprobables razonamientos o seremos tan pobres de espíritu que no seremos dignos, no ya de este país, sino del mundo entero. Siempre me ha maravillado la riqueza de la multiculturalidad, la belleza de este mundo multirracial y ahora tenemos el privilegio de tenerlo todo aquí.
¿Por qué no somos capaces de disfrutar, de aprovechar, de enriquecernos con lo que, a mis ojos, es todo un regalo?
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