¡Vendo islas, islas frescas! 2x1
Me impactó la noticia hace unos meses, cuando unos diputados alemanes recomendaron a Grecia que vendiera alguna de sus islas para salvar la crisis. Hoy, me ha impactado aún más comprobar que, efectivamente, Grecia lo va a hacer. De las 6.000 islas con que cuenta Grecia, sólo 227 de ellas están habitadas. Si usted tiene algo de dinero suelto y quiere su particular Marina D'or, no lo dude y visite la web Private Islands para ver el catálogo de islas disponibles. Pero ándese con prisa, que ya hay inversores chinos y alemanes ávidos de una ganga.
Grecia vaa conseguir ser el país más extendido del mundo. Si ya se encontraba repartido por todos los rincones tras el expolio arqueológico al que fue sometido, ahora además tendrá el dudoso privilegio de contar con varias nacionalidades dentro de su 'territorio natural'.
¿Se imaginan dentro de unos años? Cuando paseen por alguna de estas islas, repleta de chinos como si de una pequeña Hong Kong se tratara, y el guía de turno recuerde cómo durante la crisis de 2009-2010 el Gobierno tuvo que venderla al mejor postor. Será como cuando uno pasea por La Habana decandente y al contemplar los maravillosos edificios medio derruidos trata de imaginarse los tiempos del glamour, de la diversión y de ríos de dólares de hace años.
Y, claro, sólo es cuestión de tiempo para que alguna mente pensante, de esas que tanto abundan en nuestro país, sugiera la venta de un pedazo de España. En concreto, a más de uno -a mi no, se lo puedo asegurar-, seguro que le vendría bien sacarse unos millones de euros por un País Vasco o una Cataluña. Quitársela de en medio, vaya.
No caerá esa breva. Afortunadamente.
Grecia vaa conseguir ser el país más extendido del mundo. Si ya se encontraba repartido por todos los rincones tras el expolio arqueológico al que fue sometido, ahora además tendrá el dudoso privilegio de contar con varias nacionalidades dentro de su 'territorio natural'.
¿Se imaginan dentro de unos años? Cuando paseen por alguna de estas islas, repleta de chinos como si de una pequeña Hong Kong se tratara, y el guía de turno recuerde cómo durante la crisis de 2009-2010 el Gobierno tuvo que venderla al mejor postor. Será como cuando uno pasea por La Habana decandente y al contemplar los maravillosos edificios medio derruidos trata de imaginarse los tiempos del glamour, de la diversión y de ríos de dólares de hace años.
Y, claro, sólo es cuestión de tiempo para que alguna mente pensante, de esas que tanto abundan en nuestro país, sugiera la venta de un pedazo de España. En concreto, a más de uno -a mi no, se lo puedo asegurar-, seguro que le vendría bien sacarse unos millones de euros por un País Vasco o una Cataluña. Quitársela de en medio, vaya.
No caerá esa breva. Afortunadamente.
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