El acuerdo de pesca y el tiburón marroquí
Aunque sea triste, en España parece que sólo nos importa lo que suceda en Europa y, en concreto, en la Unión Europea (UE), cuando es para poner el cazo y recibir dinero. Sí, subvenciones de esas que tanto nos han dado y tan poco provecho les hemos sacado, sin utilizarlas para lo que realmente eran -modernización de procesos, fundamentalmente-... como la minería y el carbón, sin ir más lejos. Pero cuando juntamos dos asuntos de los que buena parte de la opinón pública rehuye, ya es el acabose: UE y el Sáhara Occidental.
Pero el caso es que hoy, en Bruselas se trata una cuestión crítica para el pueblo saharaui, si bien es cierto, que no soy especialmente optimista vista la facilidad de la UE para plegarse una y otra vez de manera deshonesta a los intereses económicos. Hoy, el ministro de Pesca de Marruecos habrá de rendir cuentas con la comisaria del ramo, María Damanaki, por la explotación de la pesca en aguas saharauis. En esencia, se trata de renovar o no los acuerdos de pesca entre Europa y Marruecos.
¿Cuál es el problema? Que esas aguas son saharauis y que la UE debería tratar, si acaso, con el Frente Polisario, que es quien gobierna la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), a quien pertenecen las aguas. El Derecho Internacional es muy claro: es ilegal explotar las aguas de un territorio ocupado sin revertir los beneficios de esta explotación en el pueblo al que han arrebatado las tierras. Y Marruecos está muy lejos de hacer eso.
El Gobierno español ha manifestado en varias ocasiones su interés por la renovación del acuerdo con Marruecos, a pesar de que ya ha habido un grupo de eurodiputados, entre ellos el español Raül Romeva (Iniciativa per Catalunya-Los Verdes), que han pedido en el Parlamento Europeo (PE) la exclusión de las aguas del Sáhara del acuerdo pesquero. Parlamento, por otro lado, cuyos juristas han asegurado que el acuerdo vulnera la ley internacional. Pero a España parece darle igual, sólo mira al centenar de barcos españoles que se benefician de este acuerdo ilegal, mirando hacia otro lado cuando se trata del pueblo saharaui, de los miles de familias que dependen de ello, los mismos que protagonizan ahora su mayor protesta de la historia, bajo amenazas y coacciones.
Moratinos lloró ayer en su escaño, ya sabedor de su despido del Ejecutivo. A mi, al menos, no me conmueve, no me enternece. ¿Por qué? Porque su desidia, sus mentiras y sus negociaciones bajo cuerda con la dictadura de Mohamed VI me han hecho derramar muchas más lágrimas de las que él vertió ayer. Hasta nunca, señor Moratinos.
Pero el caso es que hoy, en Bruselas se trata una cuestión crítica para el pueblo saharaui, si bien es cierto, que no soy especialmente optimista vista la facilidad de la UE para plegarse una y otra vez de manera deshonesta a los intereses económicos. Hoy, el ministro de Pesca de Marruecos habrá de rendir cuentas con la comisaria del ramo, María Damanaki, por la explotación de la pesca en aguas saharauis. En esencia, se trata de renovar o no los acuerdos de pesca entre Europa y Marruecos.
¿Cuál es el problema? Que esas aguas son saharauis y que la UE debería tratar, si acaso, con el Frente Polisario, que es quien gobierna la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), a quien pertenecen las aguas. El Derecho Internacional es muy claro: es ilegal explotar las aguas de un territorio ocupado sin revertir los beneficios de esta explotación en el pueblo al que han arrebatado las tierras. Y Marruecos está muy lejos de hacer eso.
El Gobierno español ha manifestado en varias ocasiones su interés por la renovación del acuerdo con Marruecos, a pesar de que ya ha habido un grupo de eurodiputados, entre ellos el español Raül Romeva (Iniciativa per Catalunya-Los Verdes), que han pedido en el Parlamento Europeo (PE) la exclusión de las aguas del Sáhara del acuerdo pesquero. Parlamento, por otro lado, cuyos juristas han asegurado que el acuerdo vulnera la ley internacional. Pero a España parece darle igual, sólo mira al centenar de barcos españoles que se benefician de este acuerdo ilegal, mirando hacia otro lado cuando se trata del pueblo saharaui, de los miles de familias que dependen de ello, los mismos que protagonizan ahora su mayor protesta de la historia, bajo amenazas y coacciones.
Moratinos lloró ayer en su escaño, ya sabedor de su despido del Ejecutivo. A mi, al menos, no me conmueve, no me enternece. ¿Por qué? Porque su desidia, sus mentiras y sus negociaciones bajo cuerda con la dictadura de Mohamed VI me han hecho derramar muchas más lágrimas de las que él vertió ayer. Hasta nunca, señor Moratinos.
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