El mal pie de Trinidad Jiménez
"Todo lo que suponga transparencia es bueno para cualquier democracia, siempre que la transparencia mantenga una coherencia y una relación con elementos que tienen que ver con la seguridad nacional". Son palabras de Trinidad Jiménez en relación a las revelaciones de Wikileaks. Jiménez, en su estreno como ministra de Exteriores, aseguró que estas filtraciones "no afectan a España".
Sin embargo y a la luz de las primeras informaciones, todo indica lo contrario. Más allá de que las filtraciones de Wikileaks sean interesadas -aún no se sabe quién está detrás de ellas-, los datos sugieren que las bases españolas fueron escenario de interrogatorios "en profundidad" que podrían haber violado las convenciones internacionales de Derechos Humanos. Es precipitado decirlo ya, pero en base a los documentos revelados que desvelan, incluso, cómo el ejército británico entrena cómo humillar a los prisioneros en Irak, ya no parece tan incomprensible -que no justifible- la sucesión de ataques y atentados suicidas de los iraquíes.
Sea como fuere el estreno de Jiménez ha sido complicado, como cuando aterrizó en Sanidad con la gripe aviar. A estos problemas se une otro aún más grave por estar sucediendo ahora mismo: el asesinato de un menor saharaui a manos de Marruecos y la privación de libertad para viajar hasta allí para la prensa española. Demos un margen a la diplomacia española, aunque en este tema lleva 35 años de crédito perdido con una lamentable actuación del último ministro, Moratinos.
Jiménez asegura no conocer las circunstancias del asesinato -que exija transparencia YA- y sostiene que "lo más importante es que la muerte de este joven no conduzca a que se produzca una mayor ola de violencia". Y tiene razón, pero el tiempo corre en su contra y, mientras se siga tolerando este oscurantismo marroquí, el segundero cada vez avanza más y más rápido.
Sin embargo y a la luz de las primeras informaciones, todo indica lo contrario. Más allá de que las filtraciones de Wikileaks sean interesadas -aún no se sabe quién está detrás de ellas-, los datos sugieren que las bases españolas fueron escenario de interrogatorios "en profundidad" que podrían haber violado las convenciones internacionales de Derechos Humanos. Es precipitado decirlo ya, pero en base a los documentos revelados que desvelan, incluso, cómo el ejército británico entrena cómo humillar a los prisioneros en Irak, ya no parece tan incomprensible -que no justifible- la sucesión de ataques y atentados suicidas de los iraquíes.
Sea como fuere el estreno de Jiménez ha sido complicado, como cuando aterrizó en Sanidad con la gripe aviar. A estos problemas se une otro aún más grave por estar sucediendo ahora mismo: el asesinato de un menor saharaui a manos de Marruecos y la privación de libertad para viajar hasta allí para la prensa española. Demos un margen a la diplomacia española, aunque en este tema lleva 35 años de crédito perdido con una lamentable actuación del último ministro, Moratinos.
Jiménez asegura no conocer las circunstancias del asesinato -que exija transparencia YA- y sostiene que "lo más importante es que la muerte de este joven no conduzca a que se produzca una mayor ola de violencia". Y tiene razón, pero el tiempo corre en su contra y, mientras se siga tolerando este oscurantismo marroquí, el segundero cada vez avanza más y más rápido.
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