Periodismo: Tras y por la libertad
Permítanme que la reflexión de hoy sirva para mirarme el ombligo y analizar mi profesión, que no pasa precisamente por sus mejores momentos. La metedura de pata de hace unos días con la que se daba por muerto al sindicalista Marcelino Camacho -noticia a la que se dio una gran cobertura a pesar de ser falsa-, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate de la veracidad versus la inmediatez. Y es que la prensa padece la tormenta perfecta de las crisis: la crisis económica, la crisis de la sumisión a los poderes políticos y empresariales y la crisis de modelo propiciado por los efectos -positivos y negativos- de Internet. Este mix deriva en errores de bulto como el vivido con Camacho.
El prestigioso periodista Paul Bradshaw sostenía recientemente que "Internet aporta otras nuevas y útiles herramientas a los periodistas, pero que hay que saber utilizarlas". Obvio, porque de lo contrario se desborda la sobreinformación y la contrainformación, que hay de todo... y, además, vuelve al periodista perezoso, atentando contra su profesión, puesto que "se limita a ser un mero receptor de informaciones que le llegan a su ordenador o a su iPhone". Totalmente de acuerdo con Bradshaw, pero con un apunte: ¿sabían ustedes que muchas de las informaciones que leen cada día en el periódico están escritas por casi becarios que escriben para el papel, para Internet, hacen sus fotos y editan sus vídeos? Y todo por el mismo precio, oiga. Los primeros que están sacrificando la calidad de la información son las empresas editoras.
Hace una semana asistí a un debate en el evento Blogs La Conversación y cuál fue mi sorpresa al ver cómo periodistas de El País, ABC o Actualidad Económica no hacían una sola referencia al periodista-orquesta. Hablaban de integración de redacciones papel-digital, pero no de la fusión que se está produciendo en realidad. Un fenómeno que, o se para a tiempo, o será la gota que colme el vaso de la credibilidad, ya de por sí bastante lleno con la sumisión político-empresarial de los grupos mediáticos.
Me aferro a la esperanza con las palabras del maestro Ramonet: "Cuando todos los medios se dejan arrastrar por la velocidad y la instantaneidad, el periodista debe considerar que lo importante es frenar, ralentizar, concederse tiempo para la duda, el análisis y la reflexión. La información es algo muy serio, porque de su calidad depende la calidad de la democracia. Quedan muchas injusticias en el mundo que justifican una concepción del periodismo a favor de más libertad, justicia y democracia".
El prestigioso periodista Paul Bradshaw sostenía recientemente que "Internet aporta otras nuevas y útiles herramientas a los periodistas, pero que hay que saber utilizarlas". Obvio, porque de lo contrario se desborda la sobreinformación y la contrainformación, que hay de todo... y, además, vuelve al periodista perezoso, atentando contra su profesión, puesto que "se limita a ser un mero receptor de informaciones que le llegan a su ordenador o a su iPhone". Totalmente de acuerdo con Bradshaw, pero con un apunte: ¿sabían ustedes que muchas de las informaciones que leen cada día en el periódico están escritas por casi becarios que escriben para el papel, para Internet, hacen sus fotos y editan sus vídeos? Y todo por el mismo precio, oiga. Los primeros que están sacrificando la calidad de la información son las empresas editoras.
Hace una semana asistí a un debate en el evento Blogs La Conversación y cuál fue mi sorpresa al ver cómo periodistas de El País, ABC o Actualidad Económica no hacían una sola referencia al periodista-orquesta. Hablaban de integración de redacciones papel-digital, pero no de la fusión que se está produciendo en realidad. Un fenómeno que, o se para a tiempo, o será la gota que colme el vaso de la credibilidad, ya de por sí bastante lleno con la sumisión político-empresarial de los grupos mediáticos.
Me aferro a la esperanza con las palabras del maestro Ramonet: "Cuando todos los medios se dejan arrastrar por la velocidad y la instantaneidad, el periodista debe considerar que lo importante es frenar, ralentizar, concederse tiempo para la duda, el análisis y la reflexión. La información es algo muy serio, porque de su calidad depende la calidad de la democracia. Quedan muchas injusticias en el mundo que justifican una concepción del periodismo a favor de más libertad, justicia y democracia".
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