Sudamérica tiene nombre de mujer
La victoria de Dilma Rousseff en las elecciones de Brasil nos vuelve a dar una lección a todos los españoles. ¿Por qué? Sencillo, porque una mujer llega a la presidencia de un país de la talla de Brasil, que sin duda alguna es uno de los países que a medio plazo más tendrá que decir en el contexto internacional. Ya tuvo sus antecedentes Chile, con Michelle Bachelet, o en Argentina con Cristina Fernández Kirchner. Y es que Sudamérica tiene nombre de mujer, a diferencia de España que mal que nos pese a algunos, sigue siendo profundamente masculina.
Cuando hace unas semanas la ministra de Defensa, Carme Chacón, sostenía que España está preparada para tener una mujer presidenta, era tan sólo una verdad a medias. ¿Por qué? Porque si bien es verdad que las mujeres están sobradamente preparadas para gobernar nuestro país, no es menos cierto que aún estamos muy lejos de que una mujer salga victoriosa en las urnas. Lamentablemente, estamos muy lejos de nuestros hermanos del Cono Sur en ese sentido.
¿Cómo de lejos? Es complicado medirlo, pero el machismo aún se encuentra muy asentando en nuestra sociedad, quizás no tanto en los jóvenes -que son los que menos votan- como en el resto del electorado. Y, además, como sucede con el racismo o la xenofobía, el que se asienta es el peor de todos: el maquillado, el encubierto... ese que se esconde detrás del "yo no soy racista, pero prefiero que mi hija no salga con un negro".
Ignoro cuánto tiempo habrá de pasar para que veamos a una mujer sentada en La Moncloa, pero de lo que no me cabe ninguna duda es que tengo ganas. Quién sabe, quizás sería un elemento dinamizador para ayudarnos a salir de la crisis porque, que nadie se engañe, para cuando lleguen las generales en 2012 aún estaremos con los últimos coletazos del azote de la crisis.
Cuando hace unas semanas la ministra de Defensa, Carme Chacón, sostenía que España está preparada para tener una mujer presidenta, era tan sólo una verdad a medias. ¿Por qué? Porque si bien es verdad que las mujeres están sobradamente preparadas para gobernar nuestro país, no es menos cierto que aún estamos muy lejos de que una mujer salga victoriosa en las urnas. Lamentablemente, estamos muy lejos de nuestros hermanos del Cono Sur en ese sentido.
¿Cómo de lejos? Es complicado medirlo, pero el machismo aún se encuentra muy asentando en nuestra sociedad, quizás no tanto en los jóvenes -que son los que menos votan- como en el resto del electorado. Y, además, como sucede con el racismo o la xenofobía, el que se asienta es el peor de todos: el maquillado, el encubierto... ese que se esconde detrás del "yo no soy racista, pero prefiero que mi hija no salga con un negro".
Ignoro cuánto tiempo habrá de pasar para que veamos a una mujer sentada en La Moncloa, pero de lo que no me cabe ninguna duda es que tengo ganas. Quién sabe, quizás sería un elemento dinamizador para ayudarnos a salir de la crisis porque, que nadie se engañe, para cuando lleguen las generales en 2012 aún estaremos con los últimos coletazos del azote de la crisis.
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