Egipto: la contradicción cínica
Anoche cayó el jarro de agua fría: Mubarak no dimite y se regocija de ello: "Moriré en la tierra de Egipto". Eso sí, al menos no tendrá la desfachatez de presentarse en las próximas elecciones de septiembre. Entonces, ¿por que no cumple los deseos de su pueblo y se marcha ya? En sus palabras, porque garantizar la estabilidad del país es su cometido. Y, en este punto, surje la contradicción cínica y uno se pregunta: ¿cómo puede ser alguien garante de la estabilidad cuando ha sido el que ha desestabilizado el país?
Pero, como indica el maestro Maraña en Público, "probablemente no es simple ceguera política; llenar un par de aviones con familiares, billetes, joyas y oro lleva su tiempo, como demostró hace unos días su vecino Ben Alí". Es más, Maraña está convencido de que se trata de un "proceso imparable" y de que "el 'contagio' continúa"... Quién sabe, quizás, hasta salpique a algún país europeo como Italia o, por qué no, España, cuyos poderes siguen sin estar a la altura de lo que su pueblo espera.
Para muestra, un botón: mientras la ministra Jiménez se reunía con el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, y "le reiteraba el apoyo de España en la importante labor del Consejo de Europa, especialmente en el ámbito de la protección de los derechos humanos", el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo tenía que parar los pies a España por segunda vez por haber expulsado a casi una veintena de saharauis que solicitaban asilo político. Quedaba así en entredicho la Audiencia Nacional, que manda sin contemplaciones a los saharauis a Marruecos, a pesar de que el Frente Polisario está denunciado la limpieza étnica de que están siendo víctimas.
Hoy, la señora Jiménez se reunirá por primera vez con el embajador de Marruecos en España, Ahmedu Uld Suilem. Aunque la ministra aún no se ha manifestado sobre si tiene suficiente información acerca de lo que pasó en el desmantelamiento del Campamento Dignidad -se limitó a correr un tupido velo-, volverá a reiterar su fidelidad a la dictadura marroquí, apoyando el expolio de los recursos naturales del pueblo saharaui con acuerdos como el de pesca con Mohamed VI, para que el Gobierno español vuelve a pedir prórroga.
Volvemos aquí a otra contradicción cínica y la pregunta que hacía con Mubarak: ¿Cómo puede un Gobierno declarar que desea una solución democrática para el conflicto saharaui y, al mismo tiempo, quitar a uno de los pueblos enfrentados su sustento y riquiza natural? ¿Tendrá la ministra Jiménez suficiente información para responder a eso?
Pero, como indica el maestro Maraña en Público, "probablemente no es simple ceguera política; llenar un par de aviones con familiares, billetes, joyas y oro lleva su tiempo, como demostró hace unos días su vecino Ben Alí". Es más, Maraña está convencido de que se trata de un "proceso imparable" y de que "el 'contagio' continúa"... Quién sabe, quizás, hasta salpique a algún país europeo como Italia o, por qué no, España, cuyos poderes siguen sin estar a la altura de lo que su pueblo espera.
Para muestra, un botón: mientras la ministra Jiménez se reunía con el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjørn Jagland, y "le reiteraba el apoyo de España en la importante labor del Consejo de Europa, especialmente en el ámbito de la protección de los derechos humanos", el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo tenía que parar los pies a España por segunda vez por haber expulsado a casi una veintena de saharauis que solicitaban asilo político. Quedaba así en entredicho la Audiencia Nacional, que manda sin contemplaciones a los saharauis a Marruecos, a pesar de que el Frente Polisario está denunciado la limpieza étnica de que están siendo víctimas.
Hoy, la señora Jiménez se reunirá por primera vez con el embajador de Marruecos en España, Ahmedu Uld Suilem. Aunque la ministra aún no se ha manifestado sobre si tiene suficiente información acerca de lo que pasó en el desmantelamiento del Campamento Dignidad -se limitó a correr un tupido velo-, volverá a reiterar su fidelidad a la dictadura marroquí, apoyando el expolio de los recursos naturales del pueblo saharaui con acuerdos como el de pesca con Mohamed VI, para que el Gobierno español vuelve a pedir prórroga.
Volvemos aquí a otra contradicción cínica y la pregunta que hacía con Mubarak: ¿Cómo puede un Gobierno declarar que desea una solución democrática para el conflicto saharaui y, al mismo tiempo, quitar a uno de los pueblos enfrentados su sustento y riquiza natural? ¿Tendrá la ministra Jiménez suficiente información para responder a eso?
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