La hora del sacrificio europeo
La Unión Europea (UE) es bipolar, por no decir multipolar, en realidad: mientras por fin parece que sí sancionará a Gadafi -a la misma ala que se hartó de vender antes armas-, ya tiene preparado un contingente para contener las oleadas de inmigrantes africanos que esperan que entren por Italia. Ayer mismo, los ministros de Interior de Italia, España, Francia, Grecia, Malta y Chipre, supuestamente los más afectados por el éxodo, se reunieron en Roma para plantear una estrategia común.
Sospecho que los frutos de las deliberaciones se encaminarán al cerrojazo a los inmigrantes, porque a pesar de los años de experiencia a cuestas, Europa aún no sabe cómo gestionar el tema. Si miramos a nuestro país, a poco que rasquemos la superficie aparecen continuas noticias sobre expulsiones de menores en los centros de acogida, por ejemplo.
Y es que lo parece no entender la UE es que es hora de sacrificios. El Viejo Continente -cada día más achacoso y cascarrabías- no puede aplaudir el triunfo de las revoluciones sociales en el norte de África, que salen de situaciones que la propia Europa apoyó, y al mismo tiempo dar la espalda. No puede ver con buenos ojos las revueltas y cerrarse en bloque a los miles de refugiados políticos que se derivan de algunas de estas revueltas. Y, lo que es peor, no puede ir de abanderada de la libertad de los pueblos norte africanos y, después, dejarles a su suerte. En países como Egipto, Túnez y, finalmente, Libia si -esperemos- consigan derrocar a Gadafi, se hará imprescindible una reactivación económica. Y ésta sólo será posible si Europa hace sacrificios, si cede parte de su riqueza, de alguno de sus mercados.
La pregunta que surge, una vez más, es: los pueblos africanos nos han dado -y están dando, de hecho- una lección al mundo entero. ¿Estará Europa a la altura? Ahora más que nunca Occidente tiene que demostrar su desarrollo, que no sólo implica la riqueza y el PIB, también trae -o debería traer- asociado tener la cintura necesaria para hacer este tipo de sacrificios. Eso es sí que una apuesta por estos países y no la que hizo previamente, apoyando abiertamente a Mubarak, Ben Ali o al mismísimo Gadafi.
Sospecho que los frutos de las deliberaciones se encaminarán al cerrojazo a los inmigrantes, porque a pesar de los años de experiencia a cuestas, Europa aún no sabe cómo gestionar el tema. Si miramos a nuestro país, a poco que rasquemos la superficie aparecen continuas noticias sobre expulsiones de menores en los centros de acogida, por ejemplo.
Y es que lo parece no entender la UE es que es hora de sacrificios. El Viejo Continente -cada día más achacoso y cascarrabías- no puede aplaudir el triunfo de las revoluciones sociales en el norte de África, que salen de situaciones que la propia Europa apoyó, y al mismo tiempo dar la espalda. No puede ver con buenos ojos las revueltas y cerrarse en bloque a los miles de refugiados políticos que se derivan de algunas de estas revueltas. Y, lo que es peor, no puede ir de abanderada de la libertad de los pueblos norte africanos y, después, dejarles a su suerte. En países como Egipto, Túnez y, finalmente, Libia si -esperemos- consigan derrocar a Gadafi, se hará imprescindible una reactivación económica. Y ésta sólo será posible si Europa hace sacrificios, si cede parte de su riqueza, de alguno de sus mercados.
La pregunta que surge, una vez más, es: los pueblos africanos nos han dado -y están dando, de hecho- una lección al mundo entero. ¿Estará Europa a la altura? Ahora más que nunca Occidente tiene que demostrar su desarrollo, que no sólo implica la riqueza y el PIB, también trae -o debería traer- asociado tener la cintura necesaria para hacer este tipo de sacrificios. Eso es sí que una apuesta por estos países y no la que hizo previamente, apoyando abiertamente a Mubarak, Ben Ali o al mismísimo Gadafi.
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