Zapatero y la manos manchadas de sangre
Ayer por la tarde, durante la sesión de control al Gobierno en el Senado, el presidente Rodríguez Zapatero indicó que la Alianza de Civilizaciones permitió a España apoyar a la oposición tunecina antes de que ésta derrocara al dictador Ben Ali. Llegó a sugerir, incluso, que fuera el primer jefe del Gobierno europeo (y occidental también) en viajar a Túnez tras el triunfo de la revolucióne no fue "casualidad".
Sorprende lo poco que se han valorado estas declaraciones en los medios de comunicación o por los principales analistas políticos. Un información como ésta deja en evidencia dos posibles hechos: que el presidente considera el pueblo soberano es estúpido o que el gobierno extiende su indefinición a absolutamente todos los aspectos de su política.
¿Cómo es posible apoyar por un lado a la oposición, al germen de la revolución, mientras que por el otro, se nutre con armas al régimen opresor? Sólo en la primera mitad del año pasado, según datos oficiales facilitados por la coalición de ONG Armas Bajo Control -la transparencia del Gobierno a este respecto brilla por su ausencia- España vendíó a Túnez 778.480 euros en bombas, torpedos, cohetes y misiles, además de autorizar la venta de armas de caza y tiro deportivo por valor de 228.495 euros y vender, en la misma categoría, cartuchos de escopeta por 171.952 euros.
Por eso, la imagen de ZP ayer en el Senado, vanagloriándose de su supuesto papel de salvador de los pueblos, sin adosar una explicación convincente al comercio de armas en dictaduras opresoras, suena a estafa, a mentira. A una falsedad atroz que nos hace cómplices de crímenes y eso es algo que no se puede limpiar con ninguna 'Odisea del Amanecer'. Sin entender por qué hay gente empeñada en comparar Libia con Irak, no puedo negar que ver alterado a ZP tras los reproches de ayer de Llamazares me hace sentir bien. ¿Por qué? Porque el presidente no se altera por la comparación; se altera porque sabe que España, bajo su Gobierno, alimentó a dictadores que ahora masacran a la población. Y eso es un error.
El Gobierno y el PSOE habla hasta la saciedad de las diferencias entre las guerras de Irak y Libia -que las hay-, centrándose en la resolución de una ONU cómplice, culpable. Quizás, debería hablar también de las semejanzas, pues son las que nos manchan a todos las manos de sangre.
Sorprende lo poco que se han valorado estas declaraciones en los medios de comunicación o por los principales analistas políticos. Un información como ésta deja en evidencia dos posibles hechos: que el presidente considera el pueblo soberano es estúpido o que el gobierno extiende su indefinición a absolutamente todos los aspectos de su política.
¿Cómo es posible apoyar por un lado a la oposición, al germen de la revolución, mientras que por el otro, se nutre con armas al régimen opresor? Sólo en la primera mitad del año pasado, según datos oficiales facilitados por la coalición de ONG Armas Bajo Control -la transparencia del Gobierno a este respecto brilla por su ausencia- España vendíó a Túnez 778.480 euros en bombas, torpedos, cohetes y misiles, además de autorizar la venta de armas de caza y tiro deportivo por valor de 228.495 euros y vender, en la misma categoría, cartuchos de escopeta por 171.952 euros.
Por eso, la imagen de ZP ayer en el Senado, vanagloriándose de su supuesto papel de salvador de los pueblos, sin adosar una explicación convincente al comercio de armas en dictaduras opresoras, suena a estafa, a mentira. A una falsedad atroz que nos hace cómplices de crímenes y eso es algo que no se puede limpiar con ninguna 'Odisea del Amanecer'. Sin entender por qué hay gente empeñada en comparar Libia con Irak, no puedo negar que ver alterado a ZP tras los reproches de ayer de Llamazares me hace sentir bien. ¿Por qué? Porque el presidente no se altera por la comparación; se altera porque sabe que España, bajo su Gobierno, alimentó a dictadores que ahora masacran a la población. Y eso es un error.
El Gobierno y el PSOE habla hasta la saciedad de las diferencias entre las guerras de Irak y Libia -que las hay-, centrándose en la resolución de una ONU cómplice, culpable. Quizás, debería hablar también de las semejanzas, pues son las que nos manchan a todos las manos de sangre.
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