Contra el triunfo de los mercados

No va a ser una protesta aislada. Se avecina un otoño calentito, porque en plena campaña pre-electoral los políticos vienen haciendo gala de aún mayor desfachatez a la hora de pisotear la democracia. Y esta reforma es una prueba más. En una entrevista publicada en El País, Manuel Chaves no sólo justifica la reforma sino que reafirma lo que todos nos temíamos: "Era absolutamente necesario enviar un mensaje de tranquilidad a los mercados y a los inversores". ¿Y el menjase a los ciudadanos? Tan sólo uno, el de la imposición de una reforma que está puesta en duda por buena parte del pueblo soberano.

La democracia española es, de lejos, una de las menos participativas de toda Europa. Algo que choca, tras haber sido alumbrada justo después de vivir una dictadura. Uno podría pensar que, precisamente por eso, se pecaría de exceso de participación para un pueblo que hasta al muerte del dictador había estado reprimido -sin permisividad, como quiere Beteta-; pero no, más bien al contrario. Lo que presumiblemente se apruebe esta semana es un triunfo más de los mercados, de los inversores, y una nueva deriva política que naufraga, que se va a pique por la ausencia de auténticos estadistas de nivel. Y la mejor prueba de ello es que otras reformas urgentes como la del Senado o la ley electoral no son afrontadas en un clarísimo síntoma de incompetencia política.

Más allá de la reforma en sí -muy, pero que muy discutible-, surgen preguntas inquietantes acerca de su urgencia. ¿Por qué tantas prisas? ¿Qué lleva al Gobierno y la oposición a tomar una medida desesperada? ¿Qué cifras lo sustentan? Porque si uno profundiza en los discursos de Zapatero o Rajoy podrá comprobar la vaguedad de los mismos -para variar-, lo vacíos de contenido. Ninguno de los dos ha dado motivos claros y concisos de por qué imponen esta medida a España.

Y que a estas alturas, el 'candidato Alfredo' vaya a remolque de lo que hacen otros países y se dedique a predicar con un impuesto para ricos cuando su gobierno ya eludió meter mano a la Sicav por miedo a una fuga de capital, suena a desesperación. Toda su campaña, de hecho, es caricaturesca, pues mientras por un lado pretende que la ciudadanía olvide su participación activa -tras siete años en el Gobierno- en la actual situación de España, por otro, muestra su verdadera cara apoyando la reforma sin referéndum.