El jaguar afronta su cuenta atrás
El jaguar está en peligro. Incluido dentro de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) como especie en riesgo de extinción, el mayor felino de América y el tercero del mundo ha visto reducida su población a pasos agigantados en los últimos años. Sólo en Méjico, se estima que el ritmo de desaparición ronda los 500 ejemplares al año, con una población en la horquilla de los 4.000-5.000 ejemplares respecto a los 20.000-25.000 de hace una década, según Rodrigo Medellín, codirector del Programa Nacional de Conservación del Jaguar en Méjico. Ya hace años que uno de los mayores expertos sobre el jaguar, el prestigioso conservacionista Alan Rabinowitz que preside la organización Panthera, advirtió de la situación crítica en Sonora, donde se encuentra la mayor reserva de jaguar de Méjico.
Aunque nadie ha sido capaz aún de juntar el suficiente número de estudios fiables para determinar un censo mundial preciso, los mejores pronósticos ni siquiera sitúan la cifra en los 45.000 ejemplares en todo el mundo. Si antaño esta especie (Panthera onca) se extendía desde el sur de Estados Unidos (EEUU) hasta Argentina, en la actualidad los ejemplares en Arizona son muy aislados y en países como Uruguay o El Salvador se ha extinguido. La mayor población de jaguar se encuentra sobre todo en la cuenca del Amazonas y en reservas muy específicas en el norte de Méjico y Argentina. Informes ecologistas estiman que el jaguar tan sólo ocupa el 45% de su territorio original; con todo, es bastante más que el 7% que disfrutan otras especies como el tigre asiático.
Leonardo Maffei, miembro del Programa de Conservación del Jaguar de la Wildlife Conservation Society de Perú, explica que esta especie se ve amenazada, sencillamente, por el avance de la población humana, “ya sea en forma de ganadería, agricultura o colonización de áreas silvestres”. El experto asegura que este felino se encuentra “en grave riesgo” en los países en donde “sus hábitats se han convertido en cultivos” o son golpeados por la deforestación y el cambio climático. Sólo en Méjico, la tasa de deforestación asciende a 700.000 hectáreas al año, según Greenpeace.
Dada esta reducción del hábitat, la investigadora venezolana Emiliana Isasi-Catalá apuesta por los corredores ecológicos que conectan entre sí las áreas protegidas, eludiendo de este modo posibles conflictos con ganaderos. Esta se ha convertido en una vía crítica para la supervivencia del felino pues, como apunta Rabinowitz, mientras que su hábitat se ha reducido un 50% desde los años 90, los corredores tan solo lo han hecho un 16%. En este sentido, la organización Naturalia promueve la Reserva de Jaguar del Norte en Sonora desde principios de la década de 2000, cuidando de conectarla con las otras dos localizaciones de jaguares en el país “para que no se pierda el necesario cambio genético, imprescindible para la supervivencia”, señala Juan Carlos Gutiérrez, uno de sus principales impulsores. Craig Miller, experto de Defenders of Wildlife, llama la atención sobre la necesidad de “proteger las rutas migratorias desde el norte de Méjico hacia Estados Unidos”. El número que estima en esta franja ni siquiera llega al centenar.
Captura nocturna realizada en Costa Rica (Yaguará) |
Otra de las causas del descenso de la población es, como apunta la investigadora Isasi-Catalá, la cacería, tanto del propio jaguar como de sus presas. En el primero de los casos y a pesar de que la comercialización de su piel está prohibida desde 1973 por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES), la cacería comercial y de trofeo sigue siendo un hecho. No obstante, sus índices se han reducido alejándose de las más de 18.000 muertes anuales por este motivo en las década de los años 60 y 70, como denuncia la organización Panthera.
Ahora, en cambio, son peores las cifras de jaguares muertos a manos de ganaderos por conflictos con sus rebaños, hasta el punto de que los colectivos ecologistas denuncian que los disparos ya no distinguen entre machos adultos, hembras y crías. En este sentido, Maffei considera que la educación ambiental y biológica es el primer paso para poner freno a la desaparición del jaguar. Por este motivo, apuesta por acciones a todos los niveles, “desde niños de escuelas con actividades como juegos de rol sobre la importancia de la fauna silvestre, hasta ganaderos, con talleres sobre manejo de ganado para evitar la depredación”. En este sentido, Isasi-Catalá indica que “es necesario comenzar a tomar medidas para la implementación, evaluación y difusión de la educación ambiental como una estrategia importante para solucionar o disminuir los problemas de conservación de esta importante especie”.
En Méjico, Naturalia también lleva a cabo labores formativas porque, como subraya Gutiérrez, “enseñar a proteger al jaguar, que incluye el cuidado de los arroyos por parte de los ganaderos, es proteger al resto de la biodiversidad”.
Retrato del jaguar
Puede alcanzar un peso de 150 kg y medir 2 metros de longitud. Su nombre viene de los nativos sudamericanos: ‘yaguara’, que significa ‘animal que caza de un salto’. Se reproduce en cualquier época del año con camadas de entre de 2 y 4 cachorros. Las manchas de su pelaje son únicas en cada ejemplar, una especie de huella dactilar. Un macho puede llegar a desplazarse hasta 1.000 kilómetros. Fue venerado por las culturas aborígenes como símbolo de poder y valentía. La “Cueva de los yaguaretés” (Argentina) alberga pinturas rupestres que lo representan de hace unos 8.000 años.
Declaración de Mérida
En 2009, las principales organizaciones ecologistas de América se reunieron en Mérida (Méjico) para tratar de salvar al jaguar así. Surgió así la Declaración de Mérida, suscrita por especialistas de 13 países, en la que demandaban “con urgencia el compromiso férreo de los gobiernos de todo el continente americano”. Expertos como el propio Maffei hicieron así un llamamiento para “detener de manera inmediata la matanza indiscriminada del jaguar, que es la amenaza más severa”.
Reportaje en Público, Agosto de 2011.
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