La mercantilización de la Educación
El último recorte de 3.000 millones de euros impuesto a las Comunidades Autónomas en materia de Educación es una muy mala noticia, por muchos motivos. En primer lugar, porque se suma a los recortes ya incluidos en los Presupuestos Generales del Estado, donde el tajo al ministerio de Wert superaba el 20%. En segundo lugar, porque denota la improvisación del Gobierno y, de negarse ésta, la alternativa es peor porque supondría la existencia de incumplimientos planificados de promesas electorales.
Sea como fuere, los universitarios se enfrentan a un incremento de más del 50% en sus matrículas al tiempo que las becas se reducen drásticamente. Nos encaminamos hacia modelos como el británico, uno de los más admirados por Rajoy cuyos resultados dejan mucho que desear. La última reforma de Cameron triplicó el coste de las tasas universitarias, elevándolas hasta las 9.000 libras (unos 11.000 euros). Como consecuencia y a 31 de diciembre de 2011, las solicitudes universitarias habían caído un 7,6% de media, con descensos del 15% en menores de 20 años y de casi un 20% en los mayores de 21 años. Son los estudiantes no comunitarios, hijos de familias de clase alta, quienes compensan la estrepitosa caída en el número de alumnos.
La realidad inglesa aún es peor: según recientes informes, uno de cada diez estudiantes universitarios tiene una compañera que se prostituye para poder pagarse los estudios. Desde el Colectivo Inglés de Prostitutas confirman esta tendencia al alza, asegurando que desde el anuncio de la subida de tasas se ha doblado el número de llamadas a su línea de ayuda por parte de estudiantes. Existen agencias de escorts (servicios de compañía) que, incluso, presumen en sus páginas webs de contar con estudiantes de Oxford y Cambridge entre sus empleadas.
Reformas como la británica o la española –la que está por llegar, esto sólo han sido ‘ajustes’- nos conducen a la mercantilización de la Educación. La supuesta evolución educativa que traía Bolonia o que anuncian los nuevos planes del Gobierno no son más que una involución. Ligar el éxito de la Universidad a su capacidad para hacer frente al mercado es el mayor error en el que se puede incurrir.
La Universidad ha de gozar de independencia, de libertad sin ataduras al sector privado pues de lo contrario perderá su razón de ser: la enseñanza. Si la inversión del Estado en la Universidad se supedita a la que realice el sector privado terminaremos por tener departamentos externalizados de I+D donde sólo se investigará lo comercialmente viable, donde sólo se enseñará lo que el mercado demande. La Universidad ya no será Universidad, sino un servicio más para disfrute de la empresa.
El Gobierno, a través de su reforma laboral, ha generalizado el trabajo basura y ahora parece ser el turno de la Educación basura. Si los recortes salvajes en la enseñanza primaria y secundaria convertirán a éstas en meros servicios sociales de guardería –solo tendrán enseñanza los ricos-, el destino de la Universidad no se antoja mejor, pasando de ser un derecho a un privilegio, retrocediendo décadas y, posiblemente, dando a los bancos la posibilidad de sustituir parte de sus créditos hipotecarios por préstamos personales para estudiar una carrera.
Es preciso desterrar cuanto antes la idea de que la Educación necesita privatizarse para resistir al mercado. Implícitamente, ese es el mensaje que el PP trajo consigo en su programa electoral. La Educación ha de ser universal, pública, gratuita y de calidad porque es la llave para que los ciudadanos se formen, desarrollen su capacidad de emitir juicios de valor con criterio, escapando de populismos y demagogias y rebelándose contra las injusticias sociales. Y por eso Gobiernos de todo el mundo, incluido el español, privan de ese derecho al pueblo, reservándolo únicamente a quienes lo puedan pagar que serán, en realidad, quienes luchen en el futuro por seguir manteniendo este decrépito sistema. No lo permitamos.
Sea como fuere, los universitarios se enfrentan a un incremento de más del 50% en sus matrículas al tiempo que las becas se reducen drásticamente. Nos encaminamos hacia modelos como el británico, uno de los más admirados por Rajoy cuyos resultados dejan mucho que desear. La última reforma de Cameron triplicó el coste de las tasas universitarias, elevándolas hasta las 9.000 libras (unos 11.000 euros). Como consecuencia y a 31 de diciembre de 2011, las solicitudes universitarias habían caído un 7,6% de media, con descensos del 15% en menores de 20 años y de casi un 20% en los mayores de 21 años. Son los estudiantes no comunitarios, hijos de familias de clase alta, quienes compensan la estrepitosa caída en el número de alumnos.
La realidad inglesa aún es peor: según recientes informes, uno de cada diez estudiantes universitarios tiene una compañera que se prostituye para poder pagarse los estudios. Desde el Colectivo Inglés de Prostitutas confirman esta tendencia al alza, asegurando que desde el anuncio de la subida de tasas se ha doblado el número de llamadas a su línea de ayuda por parte de estudiantes. Existen agencias de escorts (servicios de compañía) que, incluso, presumen en sus páginas webs de contar con estudiantes de Oxford y Cambridge entre sus empleadas.
Reformas como la británica o la española –la que está por llegar, esto sólo han sido ‘ajustes’- nos conducen a la mercantilización de la Educación. La supuesta evolución educativa que traía Bolonia o que anuncian los nuevos planes del Gobierno no son más que una involución. Ligar el éxito de la Universidad a su capacidad para hacer frente al mercado es el mayor error en el que se puede incurrir.
La Universidad ha de gozar de independencia, de libertad sin ataduras al sector privado pues de lo contrario perderá su razón de ser: la enseñanza. Si la inversión del Estado en la Universidad se supedita a la que realice el sector privado terminaremos por tener departamentos externalizados de I+D donde sólo se investigará lo comercialmente viable, donde sólo se enseñará lo que el mercado demande. La Universidad ya no será Universidad, sino un servicio más para disfrute de la empresa.
El Gobierno, a través de su reforma laboral, ha generalizado el trabajo basura y ahora parece ser el turno de la Educación basura. Si los recortes salvajes en la enseñanza primaria y secundaria convertirán a éstas en meros servicios sociales de guardería –solo tendrán enseñanza los ricos-, el destino de la Universidad no se antoja mejor, pasando de ser un derecho a un privilegio, retrocediendo décadas y, posiblemente, dando a los bancos la posibilidad de sustituir parte de sus créditos hipotecarios por préstamos personales para estudiar una carrera.
Es preciso desterrar cuanto antes la idea de que la Educación necesita privatizarse para resistir al mercado. Implícitamente, ese es el mensaje que el PP trajo consigo en su programa electoral. La Educación ha de ser universal, pública, gratuita y de calidad porque es la llave para que los ciudadanos se formen, desarrollen su capacidad de emitir juicios de valor con criterio, escapando de populismos y demagogias y rebelándose contra las injusticias sociales. Y por eso Gobiernos de todo el mundo, incluido el español, privan de ese derecho al pueblo, reservándolo únicamente a quienes lo puedan pagar que serán, en realidad, quienes luchen en el futuro por seguir manteniendo este decrépito sistema. No lo permitamos.
Nota: Tribuna de opinión que podrán encontrar este mes en el próximo número de Madrid15M.
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