Más que un desalojo

Tras un fin de semana secuestrado por temas del desahucio e instalación en el nuevo hogar, vuelvo a la biblioteca municipal, a disfrutar de la hora gratuita de internet que me concede, y repaso la cobertura de los medios de las pasadas manifestaciones del 15M. Hablo, claro está de la prensa de uso cotidiano, de la del público general que, por lo general, suele ser la más controlada por los grupos de poder. Y, he de decirlo, en la inmensa mayoría de los casos la cobertura es pobre, torticera y en algunos, incluso, escandalosamente malintencionada.

Al informar sobre los actos del pasado fin de semana, la práctica totalidad de los medios enfoca sus informaciones con un hilo argumental único: el desalojo de la plaza y el enfrentamiento entre indignados y policía. Qué gran error y qué pobreza informativa. Con honrosas excepciones, curiosamente de medios llevados a estados agónicos, como Público, ninguno de los medios se sumerge en las asambleas del 15M, en sus grupos de trabajo, en su constante búsqueda de soluciones a la crisis económica. Lejos de eso, se centran en su número, que va en la última madrugada desde los 200 a los 50, según pasemos de medios más progresistas a los que lindan –sino maman- de la ultraderecha. Incluso, ABC, desliza un apunte sobre el agosto que hacen los chinos vendiendo latas de cerveza... que digo yo, que habría que ver el consumo de Chivas, Macallan y Montecristo en otro tipo de reuniones de despacho que no sufren desalojos. Una guerra de cifras, por otro lado, que como cabía esperar se hizo aún más patente al informar sobre las macromanifestaciones del 15M durante el pasado 12 de mayo, en las que la desorientación de Interior se evidenció casi cómicamente, pues mientras desde el Gobierno se hablaba, por ejemplo, de 22.000 manifestantes en Barcelona, su propia Policía los cifraba en más del doble, en 45.000. Los manifestantes hablaban, por su parte, de 200.000.

No entraré en teorías conspiratorias -como sí parece hacer la delegada de Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes-, pero lo que es un hecho probado es que el 15M es una realidad incómoda para muchos, no sólo para el Gobierno, sino también -y sobre todo- para quienes sostienen a éste en el poder para marcar las directrices oportunas, esas que animan a privatizar los servicios rentables y a socializar las deudas bancarias, a conceder amnistías fiscales y restringir libertades esenciales.

El 15M va por el buen camino; hace autocrítica, aprende de si mismo y del resto y, por encima de cualquier otra cosa, es fruto de la expresión popular en pos del interés general, restringiendo particularismos que solo conducen a situaciones como la actual crisis. Ojalá en lugar de desacreditarlo, de informar de él superficialmente, se profundizara en su funcionamiento, es sus metas y en sus propuestas para conseguirlas. Eso significaría darle una oportunidad a la Democracia real en lugar de, como sucede, volverle a cortar el paso arrojándola al abismo.