La verdadera herencia socialista

Tres palabras se han convertido en el mantra del PP y el Gobierno en pleno durante los seis primeros meses de legislatura: la herencia recibida. ¿Que realizamos el mayor recorte de la Democracia? La culpa es de la herencia recibida. ¿Que desmantelamos por completo el Estado de bienestar? Ya saben, la herencia recibida. ¿Que seguimos consolidando de manera abrumadora los peores datos de desempleo de Europa? Más herencia recibida.

Sin embargo, los populares pasan por alto varios datos: el principal, que son las Comunidades Autónomas las que más despilfarro realizaron en el pasado -en Europa hace tiempo que están en el punto de mira- y, curiosamente, buena parte de ellas estaban gobernadas por el PP. Olvida también el PP que, cuando se remonta a la recuperación económica de la era Aznar para sugerir que ahora Rajoy hará lo mismo, lo hizo a golpe de ladrillo y su ley del suelo, sentando las bases de la posterior burbuja inmobiliaria.

Sin embargo, en algo tiene razón el PP: la herencia socialista envenenada está ahí, no en todos los frentes que Cospedal y compañía aseguran pero, desde luego, está ahí. Miremos a Fomento, por ejemplo, cuyas obras faraónicas no dependían de Comunidades Autónomas sino directamente del Ejecutivo. El Gobierno de Zapatero y el ministro Blanco, cuando se vieron sin dinero para financiar obras mal proyectadas, en lugar de cancelarlas -no había fondos para pagar las cancelaciones-, optaron por 'reprogramar' o, lo que es lo mismo, si una obra se tenía que realizar en tres años, pasaría a replanificarse a seis. Más anualidades y sujetas a revisiones de precio, cierto, pero menos cantidades a abonar cada año...

Ahora, sólo las carreteras arrastran desfases de 1.700 millones de euros y Fomento arrastra esa herencia made in Blanco. Y las constructoras comienzan a llevar a los tribunales a la Administración. ¿Por qué no lo hicieron antes? Porque temían que de hacerlo, no se les adjudicarían más obras -lo que habría sido ilegal, pero vemos cómo funcionan las cosas en las altas esferas-. Sin embargo, ante el panorama desértico de nuevas licitaciones, ¿qué tienen que perder?

Es cierto que las constructoras no despiertan precisamente mi simpatía. Es cierto que han amasado tanto dinero -invertido en equipos de fútbol que defraudan, por ejemplo- que deberían contar con tesorería suficiente para no despedir a más trabajadores. Pero la realidad es otra y hasta que podamos cambiarla, la herencia socialista tendrá una cuota importante en el incremento de las colas del paro.