El niño que quiere ser ministro
Hoy los medios se hacen eco de cómo la música ha sido prohibida por los fundamentalistas islámicos en Malí, considerada por muchos la cuna del blues.
La justificación para enmudecer a un pueblo en el que la música juega
un papel espiritual no es otra que seguir al pie de la letra la sharía,
la misma ley islámica que ya se ha cobrado amputaciones de mano a
quienes son acusados de ladrones. La misma bajo la que se están
cometiendo, una vez más, crímines contra la humanidad ante la
impasividad internacional.
Hace unos días, una joven periodista de 23 años me hizo llegar su primer documental: Kanuya, la cuna del Sur. En él, además de encontrar esperanzas renovadas de que aún se forman buenos profesionales -todavía sin contaminarse comercialmente-, podemos ver otra cara de Malí, la de un centro de acogida de niños en Bamako que busca reintegrarlos en la sociedad de un modo seguro.
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Hace unos días, una joven periodista de 23 años me hizo llegar su primer documental: Kanuya, la cuna del Sur. En él, además de encontrar esperanzas renovadas de que aún se forman buenos profesionales -todavía sin contaminarse comercialmente-, podemos ver otra cara de Malí, la de un centro de acogida de niños en Bamako que busca reintegrarlos en la sociedad de un modo seguro.
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