Integridad política

110 días ha durado en el cargo Antoni Mesquida. El que fuera hasta ayer conseller de Salud, Familia y Bienestar Social en el Govern balear ha presentado su dimisión "irrevocable". El motivo ha sido su desacuerdo con las medidas de austeridad emprendidas por el presidente José Ramón Bauzá y su oposición frontal a cerrar dos hospitales.

Mesquida es médico -cirujano, en concreto- y con esa visión de atención al ciudadano y de Sanidad pública ha cometido la temeridad de querer dirigir la consejería. Se equivocó porque son tiempos de tecnócratas, de economistas y calculadoras y la Salud balear -como sucede con el resto de España- se lleva bajo criterios estrictamente contables. Una contabilidad, además, viciada, que continúa beneficiando a los más ricos.

Mesquida no compartía esos criterios y ha dimitido. Le honra porque es algo que no hace normalmente un político en nuestro país, más bien al contrario: sean del signo político que sean, comparten la doctrina Valenciano con el lema "las responsabilidades no se toman para abandonarlas en cuanto aparecen los problemas" (lo malo es cuando uno mismo es el problema y no se percata de ello). Mesquida, a diferencia de todos aquellos que ejecutan medidas de austeridad que desintegran el Estado de bienestar, no ha querido ser cómplice. A fin de cuentas, de nada sirve que quienes están en contra de esta austeridad se mantengan en el barco, son tan cómplices, tan culpables como los que diseñan y ejecutan esas medidas sin mirar a otras alternativas. Y en política, si de veras ésta se sustenta en la vocación de servicio público, eso es motivo suficiente para dimitir como ha hecho Mesquida.

El Sindicato de Enfermería Satse ya ha mostrado su apoyo a Mesquida, denunciando que éste no ha tenido ningún margen de maniobra. Sanidad se dirige desde Economía hasta el punto de que no se notaría si pasara a ser una Dirección General de la Vicepresidencia Económica. La dimisión de Mesquida no tendrá grandes titulares en la prensa ni será objeto de discusión entre los tertulianos de pro. En su lugar seguiremos distraídos por las bravuconadas de Aznar, las agencias de calificación que nos descalifican y el fútbol, claro, que se come medio informativo.