Nadie cree a Rajoy

Varapalo al Ejecutivo de Mariano Rajoy: las previsiones del FMI para la caída del PIB triplican las del Gobierno al situarlo en un 1,5% para este año y un 1,3 % en 2013. Se confirman así las peores sospechas sobre los Presupuestos Generales del Estado para 2013, que no resultan creíbles. El Gobierno de Rajoy prevé que a finales del año que viene comencemos a crecer, pero con las medidas de austeridad impuestas y una reforma laboral que destruye aún más empleo parece poco probable. Incluso las fuentes oficialistas publican datos reveladores: esta década España perderá un millón de habitantes porque la emigración superará a la inmigración.

Es verdad que estos nuevos pronósticos del FMI son más pesismistas que los anteriores, pero no es menos cierto que también parecen más atinados. Todo apunta a que, efectivamente, el año que viene seremos la segunda peor economía de la eurozona. Y lo más descorazonador es que Alemania exige aún más ajustes  para no conceder el rescate. No es más austeridad lo que necesita España, sino profundas reformas en instituciones y muchas más medidas de estímulo.

Los datos publicados ayer por el CIS, con la preocupación por la clase política en su cota más alta en toda la democracia, es revelador. Y más aún lo es cómo ninguno de los principales partidos del país (PP y PSOE) se dan por aludidos, acusándose mutuamente de ello cuando en realidad ambos son los principales culpables. Eso ilustra perfectamente cuán alejados de la ciudadanía se encuentran, evidenciando que ninguno de ellos está preparado para recoger el testigo de los movimientos sociales como el 15-M o el 25-S. Ni siquiera para poder sacar al país de la crisis.

Mientras, el Gobierno del PP continúa más preocupado por la imagen que tienen de España en el exterior, en lugar de preocuparse por la que tenemos y padecemos los españoles desde el interior. El CIS le mandó ayer un recado, pero mantiene una postura tan soberbia y prepotente que no tendrá el sentimiento de Estado necesario para saber hacer la lectura correcta. A estas alturas, ya completamente deslegitimado, nadie espera que lo haga; tan sólo espera que tenga un último acto de responsabilidad y abandone un poder que no ha ganado de manera democrática.