Jorge Fernández Díaz, un pato con rosario
Cuando uno piensa en Jorge Fernández Díaz no puede evitar que vengan a la mente personajes caricaturescos como Martínez el Facha (vean el vídeo, impagable, y lo entenderán). Es inevitable, como digo, porque el que fuera llamado El Pato
por sus adversarios políticos, para buena parte de la ciudadanía ha
devenido más en patoso que otra cosa, con una actitud ante la vida
innegablemente contradictoria, por usar un calificativo políticamente
correcto en lugar de hipócrita y falaz.
El Pato cumple con toda la lista de tópicos: hijo de militar franquista, segundo de diez hermanos, nacido en Valladolid (aunque muchos le creen catalán), y numerario del Opus Dei que no pasa un solo día sin que sueñe con ser embajador en el Vaticano, ese Estado que aunque sólo cuenta con 800 habitantes, la mayor parte de ellos dedicados al sacerdocio, permite las relaciones sexuales consentidas con menores a patir de los 12 años.
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El Pato cumple con toda la lista de tópicos: hijo de militar franquista, segundo de diez hermanos, nacido en Valladolid (aunque muchos le creen catalán), y numerario del Opus Dei que no pasa un solo día sin que sueñe con ser embajador en el Vaticano, ese Estado que aunque sólo cuenta con 800 habitantes, la mayor parte de ellos dedicados al sacerdocio, permite las relaciones sexuales consentidas con menores a patir de los 12 años.
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