La explotación la pintan Calvo
Recientemente se celebró la Cumbre Iberoamericana en Cádiz, dónde
tanto el rey de España como nuestro presidente del Gobierno invitaron a
los Estados del otro lado del charco a invertir y crear en sus países
una seguridad jurídica que garantice las inversiones de empresas
españolas. Gusta eso de presumir de empresas bandera en ultramar, de
ejemplos empresariales, historias de éxito y demás. En Radio Exterior,
de RNE, incluso, se ha creado un programa llamado Marca España
para hacer propaganda de este tipo. Sin embargo, hay que andar con ojo
con estos ejemplos, pues muchos de ellos no acostumbran a ser tan
brillantes, como ya se encargó de desvelar Greenpeace en 2009 con su
informe Los nuevos conquistadores.
Pongamos por caso el Grupo Calvo, la conservera gallega, y su planta de producción de El Salvador. Cuando llegó en 2003, se afincó en el departamento de La Unión, una de las zonas más deprimidas del país. El entonces vicepresidente de la República de El Salvador, Carlos Quintanilla Schmidt, no dudaba en afirmar poco antes que Calvo iba “a revivir La Unión”. En agradecimiento, hicieron cónsul honorario al patriarca del clan Calvo, José Luis Calvo Pumpido, no les digo más.
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Pongamos por caso el Grupo Calvo, la conservera gallega, y su planta de producción de El Salvador. Cuando llegó en 2003, se afincó en el departamento de La Unión, una de las zonas más deprimidas del país. El entonces vicepresidente de la República de El Salvador, Carlos Quintanilla Schmidt, no dudaba en afirmar poco antes que Calvo iba “a revivir La Unión”. En agradecimiento, hicieron cónsul honorario al patriarca del clan Calvo, José Luis Calvo Pumpido, no les digo más.
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