Cómplices de la esclavitud
(Carmelo Rubio Sánchez/RFEF) |
La respuesta, si uno se ciñe a unos mínimos criterios de integridad es única: No es coherente. ¿Quién puede encontrar sentido a que futbolistas como Casillas -que no juega por lesión, pero lo haría si pudiera-, Valdés, Piqué, Ramos, Torres o Xavi Hernández, entre otros, organicen o participen en acciones solidarias y, al mismo tiempo, sean incómplices del negocio de la esclavitud? ¿No es contradictorio jugar en un campo de esclavitud al tiempo que se colabora con Acnur, Unicef, Acción contra el Hambre o se organiza el Champions for Africa?
Las acusaciones son duras, pero en cierto modo es eso en lo que se convierten, probablemente sin ni siquiera saberlo, pero la realidad es que tanto hoy como los que lleguen al Mundial del 2022 jugarán en un país en el que la esclavitud es legal de manera oficiosa, en el que según los criterios de la Organización Internacional del Trabajo se realizan trabajos forzados, en el que multinacionales españolas como OHL o Iberdrola desarrollan proyectos allí y cuando se les solicita información sobre las condiciones laborales de sus trabajadores optan por el silencio.
Aplaudo las acciones solidarias de estos futbolistas, si bien siento que su colectivo se queda muy corto dados los millones que manejan; sin embargo, lamento sobre manera que se conviertan en cómplices indirectos de la explotación y el tráfico humano, de la esclavitu del siglo XXI al servicio de Occidente y de una élite económica que, a fin de cuentas, es la que les paga sus nóminas.
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