Agresores anónimos... y legales
(Efe/Alejandro García) |
Los agentes antidisturbios de la Brigada Móvil (Brimo) de los Mossos d’Esquadra que, tal y como ha sentenciado un tribunal, se excedieron dando "calor negro", como ellos mismos llaman a golpear con la porra, se irán de rositas. ¿Por qué? Porque incumpliendo con su deber y, por tanto, con la ley, no llevaban visible el día de los hechos su número de identificación (TIP), el día que se les fue la porra en la carga policial contra estudiantes y personal de la Universidad de Girona (UdG) a finales de 2011, y no ha sido posible identificarles.
Es una práctica habitual entre quienes reprimen manifestaciones contra las medidas de nuestros gobernantes. Y es ilegal, pero da igual, es una constante. Los antidisturbios cuentan con el apoyo de quienes son objeto de las protestas y disfrutan de su beneplácito para ejercer cuanta violencia quieran. Lo vimos en la llamada Primavera Valenciana, cuando el ministro del Interior no sólo aprobó, sino que aplaudió en el Congreso que la policía moliera a palos, incluso, a diputados valencianos.
Es un juego peligroso eso de no identificarse en las manifestaciones, también para los antidisturbios. A fin de cuentas y con la cantidad pirados que hay que por el mundo, sin poder ver el TIP ¿cómo va a saber un ciudadano que quien viene a golpearle es realmente un antidisturbio? ¿Quién le garantiza que no es un tipo vestido como tal (o parecido, puesto que uno no tiene porque conocer el uniforme al dedillo)? Y en ese caso, ¿no es lícito defenderse ante una agresión injustificada de un desconocido? Sería lamentable que en una de estas manifestaciones un antidisturbio fuera apalizado por error y, únicamente, por no haber llevado el TIP visible. Yo, desde luego, me lo pensaría dos veces antes de volver a ocultarlo.
Los antidisturbios se han descreditado ellos mismos en los últimos tiempos, ya sea en su versión nacional o regional. Y lo han hecho no sólo por los probados abusos de autoridad y violencia gratuita en la represión de manifestaciones pacíficas sino, además, por la no condena de estos hechos. Eso convierte en cómplices a quienes en realidad no han ejercido la violencia porque, en último extremo, con su silencio están faltando a su deber de proteger a la ciudadanía.
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