Terminar con el principio
(EFE) |
En realidad, el anuncio del nombramiento de Bachiller da mucho juego para el análisis, mucho más de lo que seguramente le dedicarán los sesudos analistas de la actualidad. En primer lugar -y aquí es donde se quedarán los sesudos-, se trata de una buena y, al mismo tiempo, mala noticia: al fin un cargo político con síndrome de Down, pero han tenido que pasar más de tres décadas para alcanzar esa meta. Además, es lamentable que se vaya a quedar en la anécdota, a pesar de tener a gala ser uno de los países europeos con mayor número de cargos políticos.
Realizado este apunte, pasemos a la nota de EFE: "una edil más, "preparada", "educada", "discreta", como la ha definido su madre". ¿Han leído ustedes alguna vez la opinión de una madre ante el nombramiento de su hijo como concejal? Y no es que uno no sienta cierta curiosidad morbosa por saber lo que realmente piensan los padres de algunos de nuestros políticos, pero de ahí a haberlo leído en alguna ocasión...
Personalmente no me ha gustado el detalle porque, lejos de sentimentalismos ñoños, no aporta nada más. ¿O es que no se sobreentiende que, como cualquier otro concejal, Bachiller está preparada y educada? De haber querido introducir la apreciación de un modo más realista, menos lastimero, habría tenido que destacar esas cualidades como elemento diferenciador respecto a muchos de sus colegas, no igualitario. Ustedes ya me entienden.
Y la tercera gran cuestión que me asalta es la planteada en el encabezamiento de este post: ¿es coherente tener síndrome de Down, luchar por la integración de las personas con discapacidad y, al mismo tiempo, militar en el PP tras los recortes que Rajoy y los suyos han asestado a la dependencia? La polémica recuerda a la suscitada cada vez que un político conservador admite su homosexualidad... o un empresario gay se declara del PP.
Al menos para mí, radical en mis principios, la respuesta se me aparece de una contundencia tal que no hay espacio para la duda: No, no es coherente defender lo que a un mismo tiempo se ataca. Eso es, sencillamente, terminar con el principio.
No estoy juzgando a Bachiller; no me atrevería y menos aún en la distancia, pero sería interesante charlar con ella o, al menos, que en algunas de las muchas entrevistas que ahora le propondrán comparta su punto de vista y aclare algo que apuesto a que no soy el único al que se le ha pasado hoy por la cabeza.
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