La mentira de las pensiones
Ayer la ministra de Empleo, Fátima Báñez, presentó el que será el nuevo índice para revalorizar las pensiones: el mismo que a principios de verano un comité de expertos diseñó a medida de este Gobierno. El resultado es que nuestros mayores, muchos de los cuales se han vuelto a convertir en el sustento de sus hijos e, incluso, de sus nietos, perderán valor adquisitivo mientras la clase alta continúa su escalada de beneficios y desgravaciones.
La justificación para crear un índice de revalorización que no se ajuste al coste de la vida es una gran mentira: que el sistema actual no se sostiene. Algo que se mire desde el punto de vista que se mire es una absoluta falsedad. Revalorizar las pensiones que reciben nuestros mayores con el coste de vida como referencia es posible; tan sólo es necesario realizar dos grandes cambios:
1.- Incrementar la masa salarial para, así, incrementar la base de cotizaciones. Dicho de otro modo, que los empresarios repartan mejor sus riquezas con unos sueldos dignos que salgan de la actual precariedad. Ello permitiría también aumentar las cotizaciones a la Seguridad Social que tanto empleados como empleadores realizan al Estado.
2.- Reforma fiscal para que realmente sea justa y progresiva, de manera que la mayor parte de los ingresos del Estado no venga de las rentas del trabajo sino de la del capital... o, lo que es lo mismo, que quienes tienen más dinero paguen mucho más, eliminando esos resquicios legales que permiten tanto a empresas como a la clase alta evadir el pago de impuestos.
Todo lo demás, es mentira. No se lo crean, porque a fuerza de repetirlo, me sorprendo al escuchar a gente obrera decir que "algo había que hacer porque así no podíamos seguir". ¿Acaso no se dan cuenta de cómo este Gobierno encarrila todos los aspectos de nuestra vida hacia la privatización? Educación, Sanidad, servicios sociales y, ahora, pensiones. Y así, el día menos pensado escenas como la que viví el otro día en Londres -una ciudad en absoluto ejemplo a seguir- serán más que habituales en España:
Una joven de 19 años me contaba orgullosa cómo ya le han abierto un plan de pensiones... a pesar de que su salario es el mínimo interprofesional, muy por debajo -cerca de una libra y media menos a la hora- de lo que el mismo alcalde de Londres considera un salario digno para poder vivir en la capital británica.
La justificación para crear un índice de revalorización que no se ajuste al coste de la vida es una gran mentira: que el sistema actual no se sostiene. Algo que se mire desde el punto de vista que se mire es una absoluta falsedad. Revalorizar las pensiones que reciben nuestros mayores con el coste de vida como referencia es posible; tan sólo es necesario realizar dos grandes cambios:
1.- Incrementar la masa salarial para, así, incrementar la base de cotizaciones. Dicho de otro modo, que los empresarios repartan mejor sus riquezas con unos sueldos dignos que salgan de la actual precariedad. Ello permitiría también aumentar las cotizaciones a la Seguridad Social que tanto empleados como empleadores realizan al Estado.
2.- Reforma fiscal para que realmente sea justa y progresiva, de manera que la mayor parte de los ingresos del Estado no venga de las rentas del trabajo sino de la del capital... o, lo que es lo mismo, que quienes tienen más dinero paguen mucho más, eliminando esos resquicios legales que permiten tanto a empresas como a la clase alta evadir el pago de impuestos.
Todo lo demás, es mentira. No se lo crean, porque a fuerza de repetirlo, me sorprendo al escuchar a gente obrera decir que "algo había que hacer porque así no podíamos seguir". ¿Acaso no se dan cuenta de cómo este Gobierno encarrila todos los aspectos de nuestra vida hacia la privatización? Educación, Sanidad, servicios sociales y, ahora, pensiones. Y así, el día menos pensado escenas como la que viví el otro día en Londres -una ciudad en absoluto ejemplo a seguir- serán más que habituales en España:
Una joven de 19 años me contaba orgullosa cómo ya le han abierto un plan de pensiones... a pesar de que su salario es el mínimo interprofesional, muy por debajo -cerca de una libra y media menos a la hora- de lo que el mismo alcalde de Londres considera un salario digno para poder vivir en la capital británica.
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