Rajoy teme a la "minoría escandalosa"
Intervención policial durante la Primavera Valenciana en 2012 (Efe) |
"La distribución o difusión pública, a través de cualquier medio, de mensajes o consignas que inciten a la comisión de alguno de los delitos de alteración del orden público (...) o que sirvan para reforzar la decisión de llevarlos a cabo, será castigado con una pena de multa de tres a doce meses o prisión de tres meses a un año". Así está redactado el nuevo Código Penal de Gallardón, empeñado en castigar más a cualquiera que luche por su libertad, por traer al fin una democracia real a España que por sancionar a quienes desangran el país con sus corruptelas.
La medida se mueve en arenas movedizas, puesto que abre la puerta a una libre interpretación de qué es alterar el orden público. Para la delegada de Gobierno de Madrid, Cristina Cifuentes, lo es incluso mantener una reunión en el parque del Retiro, y no duda ni un instante en mandar a la Policía y repartir multas a diestro y siniestro. ¿Ese es el modelo que persigue Gallardón? ¿Ese es el respeto por una Constitución que tanto abrazan cuando se trata de rechazar un referéndum en Catalunya, por ejemplo?
Esta cultura del castigo, de infringir el miedo en la ciudadanía es más propio de una dictadura que de una democracia, aunque quienes más partidarios son del nuevo texto son los que más presumen de demócratas. Que no les engañen, porque tan falso es que sean demócratas como verdadero es que la desobediencia civil se verá incrementada.
Las ansias de libertad superan con creces la avaricia de dominación de los que hoy se encuentran en el poder. Ellos abrieron la espita y ya no podrán cerrarla. Definitivamente, Rajoy teme a esa "minoría escandalosa".
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