A los políticos que derriban muros
Veo estos días con cierta desazón los festejos de la caída del Muro de Berlín.
En los actos celebrados en la capital alemana, en el homenaje que
durante toda la semana nuestra televisión gubernamental lleva volcándose
en sus ediciones de los informativos... en todos lados veo motivos de
alegría y, al mismo tiempo, detecto una dosis de hipocresía y cinismo de tal medida que agria el júbilo inicial.
La caída del Muro de Berlín representa el triunfo de la libertad y la democracia; ese es el argumento en el que los políticos que más aplauden el hito histórico se apoyan para etiquetarse como demócratas. Sin embargo, ser demócrata no es algo que uno pueda limitar a un país o un continente, y mucho menos a cuestiones específicas: o se es demócrata siempre y en todos lados o no se es. En este sentido, a todos los políticos que he visto celebrar la caída de aquel muro hace 25 años, sobre todo aquí en España, no los puedo llamar demócratas porque, como digo, no es algo que se pueda ser a tiempo parcial. Y ellos pretenden serlo.
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La caída del Muro de Berlín representa el triunfo de la libertad y la democracia; ese es el argumento en el que los políticos que más aplauden el hito histórico se apoyan para etiquetarse como demócratas. Sin embargo, ser demócrata no es algo que uno pueda limitar a un país o un continente, y mucho menos a cuestiones específicas: o se es demócrata siempre y en todos lados o no se es. En este sentido, a todos los políticos que he visto celebrar la caída de aquel muro hace 25 años, sobre todo aquí en España, no los puedo llamar demócratas porque, como digo, no es algo que se pueda ser a tiempo parcial. Y ellos pretenden serlo.
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