El Alzheimer del Gobierno con el Alzheimer
El Alzheimer, cuyo Día Mundial se celebra hoy, es una de las enfermedades más traicioneras que existen porque, dado que es un trastorno asintomático en sus primeros estadios, puede arrancar hasta dos décadas atrás antes de dar la cara en el enfermo. Precisamente por este motivo, es preciso volcarse en la investigación de esta enfermedad implacable. La prevalencia de esta enfermedad se duplica cada cinco años a partir de los 65 años de edad. Prácticamente un 2,5% de las personas de 65 años la padecen y en los mayores de 85 años la incidencia se dispara hasta el 40 y 50%.
Sin embargo, la Administración lleva años padeciendo Alzheimer con los enfermos de Alzheimer, no sólo en la esclerótica Ley de la Dependencia, insuficientemente dotada de presupuestos en todas las Comunidades Autónomas, sino también en los laboratorios.
Este mismo verano, el profesor de Investigación del CSIC, Jesús Ávila denunciaba cómo la investigación de las enfermedades neurodegenerativas no cuentan con la financiación adecuada. Sólo multiplicando exponencialmente los medios que se dedican a esta labor se puede vencer al Alzheimer, pues de su detección precoz depende el éxito de los tratamientos.
Según el profesor Ávila, que demanda un Plan Estratégico Global en España en torno al Alzheimer, si España se pusiera las pilas ahora aún necesitaría entre cuatro y cinco años para ponerse a la altura de otros países. EEUU es un ejemplo de ello, que destina 77 millones de euros a su plan de investigación del cerebro –aunque la partida también es ridícula considerando su presupuesto general.
Desde un punto de vista meramente económico, la investigación es rentable a los Estados, aunque no a los laboratorios farmacéuticos: algunos estudios de EEUU apunta que el cuidado de 4,5 millones de pacientes puede tener un coste mínimo de 100.000 millones de dólares y de 4.600 millones de dólares en fármacos paliativos –curativos no existen-. Como ejemplo de ello, la venta anual de fármacos como el donepezilo ronda los 1.000 millones de dólares o la memantina, unos 500 millones de dólares.
España y, concretamente, el actual Gobierno, tienen el dudoso honor de haber dejado caer en el olvido la investigación de un fármaco contra el Alzheimer. A finales de 2012, la farmacéutica Noscira (del Grupo Zeltia) era liquidada y, con ella, todo el trabajo desarrollado con Tideglusib, un fármaco que tan sólo estaba a la espera de la última fase de pruebas en más de 1.500 pacientes para poder ser comercializado.
Sacar adelante un fármaco de este tipo puede llevar entre 12 y 15 años y Tideglusib se encontraba en la fase final. A pesar de ello, nadie, ni siquiera el Estado, aportó la financiación necesaria para que la prometedora investigación llevada a cabo por Ana Martínez Gil llegara a buen puerto. ¿Lo más sangrante? España no gastó el 46% de los presupuestos de I+D en 2013: 2.209 millones de euros se quedaron en el cajón, maquillando el compromiso del Gobierno con la I+D cuando en realidad éste es inexistente.
Ahora, de cara los Presupuestos Generales del Estado para 2016, la partida en I+D civil se ha aumentado en un tímido 2,2%, es decir, casi 5.800 millones de euros... pero hay trampa: el 56% de esta partida son préstamos que, por lo general y como sucedió en 2013, no se conceden nunca, lo que vuelve a evidenciar el Alzheimer artificial que tiene la Administración con la investigación.
España debería avergonzarse de que, precisamente esta científica del CSIC, haya tenido que recurrir al micromecenazgo para crear Ankar Pharma para poder seguir investigando, para poder volver a dar a Tideglusib, entre otros, una segunda oportunidad.
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