Esquizofrenia: más charla y menos medicación
La esquizofrenia es una enfermedad extremadamente compleja por su
heterogeneidad, por la cantidad de receptores cerebrales que se ven
implicados en él. A nivel mundial se estima que el 1% de la población la
padece y, según los datos del Centro de Investigación Biomédica en Red
de Salud Mental (CIBERSAM), en España hay diagnosticadas unas 400.000 personas.
Los cálculos hablan de que más de 5 millones de personas en España sufrirán algún trastorno mental a lo largo de su vida. En el caso concreto de la esquizofrenia, estudios del Hospital Clínic y la Universidad de Barcelona indican que la esperanza de vida de un esquizofrénico es un 20% inferior al resto de la población.
Una enfermedad que avanza silenciosa, como el resto de trastornos mentales, que en la UE representan ya un gasto entre un 3% y un 4% del PIB, habiéndose convertido en la principal causa de prejubilaciones y de pensiones por incapacidad. El tratamiento más habitual para estos trastornos se basa en grandes dosis de fármacos que, por un lado, han de tomarse para combatir la esquizofrenia en sí y, por otro, para reducir los efectos secundarios de los propios medicamentos, como los temblores, el aumento de peso o la somnolencia.
Precisamente estos efectos secundarios son los que derivan en que tres cuartas partes de los enfermos terminen por abandonar la medicación pasado el año y medio. Además, el índice de resistencia a los tratamientos convencionales se sitúa en el 40%.
Ahora, un reciente informe elaborado en EEUU y publicado en The American Journal of Psychiatry, prueba que aquellos enfermos en los que se hace un mayor énfasis en terapias de conversación cara a cara al tiempo que se reducen las dosis de fármacos evolucionan mucho mejor. Una mejoría que aún se hace más patente si esta terapia arranca tras haber identificado el primer episodio de psicosis.
El nuevo planteamiento hace hincapié en la identificación temprana de los síntomas específicos de cada enfermo, así como en la educación de familiares y amigos, gente cercana, para ayudarles a entender el trastorno. En España, iniciativas como Personas Que ya se había volcado en este planteamiento.
Culminando el proceso, entraría la terapia conversacional, en la que el esquizofrénico aprende a gestionar sus propios síntomas, entre los que destacan las alucinaciones y los delirios, dándole herramientas para ayudarle en el desarrollo de sus relaciones sociales. Tras asistir a estas terapias, los enfermos consiguen ignorar las voces que escuchan en su cabeza, calmándolas progresivamente.
El ensayo clínico realizado entre algo más de 400 personas de entre 15 y 40 años demostró que el grupo al que se aplicó este tratamiento combinado con terapia, al cabo de dos años, no sólo presentaba una notable mejoría sino que, además, habían reducido las dosis de antipsicóticos entre un 20 y 50%.
Tras haber implantado estos electrodos en una paciente, prácticamente no se han producido hospitalizaciones por paranoias y las recaídas también se han reducido. Con este balance, en el hospital ya hay programadas varias operaciones más para este y el año que viene.
Trabajando en esa línea, este año conocimos que el consorcio público-privado Iproteos de Barcelona ha arrancado el proyecto Spark. Se trata de una línea de investigación que ha llevado a desarrollar una proteína modificada que actúa en el interior de las neuronas aumentando el calcio y provocando reacciones beneficiosas para el esquizofrénico, como el aumento de la memoria.
Spark está aún en un estadio muy embrionario, pero las primeras pruebas son muy prometedoras, especialmente si se aplica a los enfermos más jóvenes que aún están en fase de aprendizaje.
Los cálculos hablan de que más de 5 millones de personas en España sufrirán algún trastorno mental a lo largo de su vida. En el caso concreto de la esquizofrenia, estudios del Hospital Clínic y la Universidad de Barcelona indican que la esperanza de vida de un esquizofrénico es un 20% inferior al resto de la población.
Una enfermedad que avanza silenciosa, como el resto de trastornos mentales, que en la UE representan ya un gasto entre un 3% y un 4% del PIB, habiéndose convertido en la principal causa de prejubilaciones y de pensiones por incapacidad. El tratamiento más habitual para estos trastornos se basa en grandes dosis de fármacos que, por un lado, han de tomarse para combatir la esquizofrenia en sí y, por otro, para reducir los efectos secundarios de los propios medicamentos, como los temblores, el aumento de peso o la somnolencia.
Precisamente estos efectos secundarios son los que derivan en que tres cuartas partes de los enfermos terminen por abandonar la medicación pasado el año y medio. Además, el índice de resistencia a los tratamientos convencionales se sitúa en el 40%.
Ahora, un reciente informe elaborado en EEUU y publicado en The American Journal of Psychiatry, prueba que aquellos enfermos en los que se hace un mayor énfasis en terapias de conversación cara a cara al tiempo que se reducen las dosis de fármacos evolucionan mucho mejor. Una mejoría que aún se hace más patente si esta terapia arranca tras haber identificado el primer episodio de psicosis.
El nuevo planteamiento hace hincapié en la identificación temprana de los síntomas específicos de cada enfermo, así como en la educación de familiares y amigos, gente cercana, para ayudarles a entender el trastorno. En España, iniciativas como Personas Que ya se había volcado en este planteamiento.
Culminando el proceso, entraría la terapia conversacional, en la que el esquizofrénico aprende a gestionar sus propios síntomas, entre los que destacan las alucinaciones y los delirios, dándole herramientas para ayudarle en el desarrollo de sus relaciones sociales. Tras asistir a estas terapias, los enfermos consiguen ignorar las voces que escuchan en su cabeza, calmándolas progresivamente.
El ensayo clínico realizado entre algo más de 400 personas de entre 15 y 40 años demostró que el grupo al que se aplicó este tratamiento combinado con terapia, al cabo de dos años, no sólo presentaba una notable mejoría sino que, además, habían reducido las dosis de antipsicóticos entre un 20 y 50%.
La alternativa de los electrodos
Desde el Hospital Sant Pau de Barcelona, en cambio, han optado por otro tipo de tratamientos para combatir los delirios y las alucinaciones. Se trata de la aplicación de dos electrodos que liberan estímulos eléctricos que modifican las funciones cerebrales afectadas por la esquizofrenia. Unos electrodos, por otro lado, regulados por una especie de marcapasos cuya implantación en ambos casos requiere de una intervención quirúrgica.Tras haber implantado estos electrodos en una paciente, prácticamente no se han producido hospitalizaciones por paranoias y las recaídas también se han reducido. Con este balance, en el hospital ya hay programadas varias operaciones más para este y el año que viene.
Deterioro cognitivo
A pesar de las buenas noticias que trae consigo este estudio, lo cierto es que una de las partes más desconocidas de este trastorno mental es el deterioro cognitivo que trae aparejado. Más allá de las alucinaciones y los delirios con los que solemos identificar a esta enfermedad, aparecen problemas de memoria y de concentración que, incluso, pueden llegar a complicar la expresión verbal.Trabajando en esa línea, este año conocimos que el consorcio público-privado Iproteos de Barcelona ha arrancado el proyecto Spark. Se trata de una línea de investigación que ha llevado a desarrollar una proteína modificada que actúa en el interior de las neuronas aumentando el calcio y provocando reacciones beneficiosas para el esquizofrénico, como el aumento de la memoria.
Spark está aún en un estadio muy embrionario, pero las primeras pruebas son muy prometedoras, especialmente si se aplica a los enfermos más jóvenes que aún están en fase de aprendizaje.
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