Años bisiestos y febreros con 30 días
Hoy es 29 de febrero, luego 2016 es un año bisiesto; sobre eso no hay
discusión. ¿Y por qué tenemos años bisiestos? La respuesta es sencilla:
porque un año no son exactamente 365 días. En
realidad, al Sol le lleva 365,2421897 días dar una vuelta entera a la
Tierra, es lo que se llama un año astronómico. El acumulado de esos
0,2421897 es lo que propicia que periódicamente tengamos un año
bisiesto.
Sólo los años divisibles entre cuatro son bisiestos. ¿Es cierta esta afirmación? Hasta 1582 sí. Se trataba de una regla que data de los tiempos de Julio César, que con el llamado Calendario Juliano establecía esta fórmula. Sin embargo, daba lugar a un exceso de años bisiestos. Antes de Julio César, el antiguo Calendario Romano lo que hacía, de un modo muy similar al Calendario Chino, era añadir un mes extra cada pocos años. Sería más de 1.500 años después, con la llegada del Calendario Gregoriano cuando se corrigiera la norma.
En 1582, una bula papal de Gregorio XIII estableció la retirada de 10 días del calendario cuando se saltara del Calendario Juliano al Gregoriano. ¿Qué sucedió? Que no todos los países cambiaron al mismo tiempo y, de hecho, el proceso se prolongó durante más de 300 años. Ya saben... resistencia al cambio.
Cuanto más tarde migraba un país de un calendario a otro, más días se veía obligado a retirar. España fue de los aventajados y en 1582 afrontó el cambio, retirando 10 días, pero Estados Unidos, Canadá o Reino Unido lo hicieron en 1752, y tuvieron que hacer desaparecer 11 días, y Grecia (en 1923) o Turquía (en 1926/27) hasta 13 días.
Que este proceso llevara tanto tiempo produce errores históricos: sobre el papel, Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día: el 23 de abril de 1616. Sin embargo y dado que en esa fecha España seguía el Calendario Gregoriano e Inglaterra el Juliano, la realidad es que el escritor inglés murió 10 días después (el 3 de mayo, según el calendario actual).
Con el calendario Gregoriano llegaron nuevas excepciones a la regla de la división entre cuatro. Así, la norma no aplica, por ejemplo, para los años que son divisibles entre 100 –luego éstos no serían bisiestos-, aunque sí para los que se pueden dividir entre 400 –que sí lo son-. Eso quiere decir que mientras los años 2000 y 2400 sí son bisiestos, otros como 1800, 1900, 2100, 2200, 2300 y 2500 no lo son. Como hubo países que tardaron en saltar al Calendario Gregoriano, mientras que en Grecia 1800 o 1900 sí fueron bisiestos, en España no.
Existen más anécdotas en torno al calendario, como el hecho de que en 1712 en Suecia incorporaran dos días extra en ese año bisiesto, es decir, que febrero tuvo 30 días. ¿Por qué? La razón es que el país optó por cambiar del Juliano al Gregoriano de manera progresiva, suprimiendo los bisiestos entre 1700 y 1740 o, dicho de otro modo, se quedaron en tierra de nadie, sin regirse por calendario alguno. En un intento por resolver la problemática, Carlos XII incorporó un día extra en 1712 para regresar al Calendario Juliano y no sería hasta 1753 cuando adoptara definitivamente el Gregoriano.
El desfase actual –hasta 2099- entre el Calendario Juliano y el Gregoriano es de 13 días. Si el establecimiento de años bisiestos únicamente dependiera de la regla de ser divisibles entre cuatro, el cambio de calendario tendría de media una variación de unos 11 minutos al año respecto al año astronómico. Eso supondría que tendría que pasar un siglo y medio hasta conseguir por el acumulado un día extra.
Con la fórmula gregoriana, aunque es cierto que tenemos un calendario más preciso respecto al año astronómico, lo cierto es que se produce también un desfase de un día cada 3.323 años. Incluso con los ajustes de febrero, tiene un desfase de 26 segundos y, así, para el año 4000, tendremos un día entero adicional.
Hace unos años, el matemático británico Adam P. Goucher introdujo una nueva regla a añadir a las ya existentes: los años divisibles entre 128 tampoco son bisiestos. Esta fórmula reduce el desfase de 26 a 0,2 segundos al año o, lo que es lo mismo, a que tardemos casi medio millón de años en tener acumuladas 24 horas extra.
Sólo los años divisibles entre cuatro son bisiestos. ¿Es cierta esta afirmación? Hasta 1582 sí. Se trataba de una regla que data de los tiempos de Julio César, que con el llamado Calendario Juliano establecía esta fórmula. Sin embargo, daba lugar a un exceso de años bisiestos. Antes de Julio César, el antiguo Calendario Romano lo que hacía, de un modo muy similar al Calendario Chino, era añadir un mes extra cada pocos años. Sería más de 1.500 años después, con la llegada del Calendario Gregoriano cuando se corrigiera la norma.
En 1582, una bula papal de Gregorio XIII estableció la retirada de 10 días del calendario cuando se saltara del Calendario Juliano al Gregoriano. ¿Qué sucedió? Que no todos los países cambiaron al mismo tiempo y, de hecho, el proceso se prolongó durante más de 300 años. Ya saben... resistencia al cambio.
Cuanto más tarde migraba un país de un calendario a otro, más días se veía obligado a retirar. España fue de los aventajados y en 1582 afrontó el cambio, retirando 10 días, pero Estados Unidos, Canadá o Reino Unido lo hicieron en 1752, y tuvieron que hacer desaparecer 11 días, y Grecia (en 1923) o Turquía (en 1926/27) hasta 13 días.
Que este proceso llevara tanto tiempo produce errores históricos: sobre el papel, Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día: el 23 de abril de 1616. Sin embargo y dado que en esa fecha España seguía el Calendario Gregoriano e Inglaterra el Juliano, la realidad es que el escritor inglés murió 10 días después (el 3 de mayo, según el calendario actual).
Con el calendario Gregoriano llegaron nuevas excepciones a la regla de la división entre cuatro. Así, la norma no aplica, por ejemplo, para los años que son divisibles entre 100 –luego éstos no serían bisiestos-, aunque sí para los que se pueden dividir entre 400 –que sí lo son-. Eso quiere decir que mientras los años 2000 y 2400 sí son bisiestos, otros como 1800, 1900, 2100, 2200, 2300 y 2500 no lo son. Como hubo países que tardaron en saltar al Calendario Gregoriano, mientras que en Grecia 1800 o 1900 sí fueron bisiestos, en España no.
Existen más anécdotas en torno al calendario, como el hecho de que en 1712 en Suecia incorporaran dos días extra en ese año bisiesto, es decir, que febrero tuvo 30 días. ¿Por qué? La razón es que el país optó por cambiar del Juliano al Gregoriano de manera progresiva, suprimiendo los bisiestos entre 1700 y 1740 o, dicho de otro modo, se quedaron en tierra de nadie, sin regirse por calendario alguno. En un intento por resolver la problemática, Carlos XII incorporó un día extra en 1712 para regresar al Calendario Juliano y no sería hasta 1753 cuando adoptara definitivamente el Gregoriano.
El desfase actual –hasta 2099- entre el Calendario Juliano y el Gregoriano es de 13 días. Si el establecimiento de años bisiestos únicamente dependiera de la regla de ser divisibles entre cuatro, el cambio de calendario tendría de media una variación de unos 11 minutos al año respecto al año astronómico. Eso supondría que tendría que pasar un siglo y medio hasta conseguir por el acumulado un día extra.
Con la fórmula gregoriana, aunque es cierto que tenemos un calendario más preciso respecto al año astronómico, lo cierto es que se produce también un desfase de un día cada 3.323 años. Incluso con los ajustes de febrero, tiene un desfase de 26 segundos y, así, para el año 4000, tendremos un día entero adicional.
Hace unos años, el matemático británico Adam P. Goucher introdujo una nueva regla a añadir a las ya existentes: los años divisibles entre 128 tampoco son bisiestos. Esta fórmula reduce el desfase de 26 a 0,2 segundos al año o, lo que es lo mismo, a que tardemos casi medio millón de años en tener acumuladas 24 horas extra.
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