La programación como vía para la reinserción
Sergio Fotea
es un argentino que un buen día se descubrió revisando currículums de
candidatos a empleados e, inconscientemente, descartando a los que
tuvieran antecedentes penales. Entonces, se le ocurrió una brillante
idea inspirado, quizás, en el viejo chiste de que es posible que con
quien llevas chateando por Internet una hora es un mono.
¿Qué trabajo no requiere contacto directo con el empleador y, además, se puede trabajar de manera remota fácilmente? Programador; esa podría ser la profesión ideal para desterrar –o, al menos, driblar- ese prejuicio tan extendido con los ex reclusos.
¿Por qué no formar a los reclusos en el ámbito informático? A fin de cuentas, en Argentina hay más de 250 cárceles, en las que se alojan a alrededor de 69.000 presos. El mismo Fortea es informático y su sueño de crear una suerte de factorías de software repartidas por los diferentes penales de Argentina comenzó a hacerse realidad. Una iniciativa que, por qué no, bien podría replicarse al resto de las cárceles del mundo.
Entre los beneficios de este proyecto no sólo se encontraban el de favorecer la inclusión social, sino también el de mejorar la empleabilidad y la inserción laboral dado que la informática continúa siendo unas de las profesiones con mayor déficit de profesionales a pesar de su potencial.
El proyecto de Fotea, que ya tiene a sus espaldas varias ediciones –lleva desarrollándose desde marzo de 2010- cuenta con el aval de los ministerios de Justicia y Trabajo, así como del Servicio Penitenciario Federal, habiendo desarrollado un programa específico de formación.
Ya son muchos los reclusos que han terminado su condena con su título informático. No sólo eso, sino que antes incluso de salir, ya han adquirido los conocimientos necesarios para poder trabajar desde la prisión y ganar un dinero -multinacionales como IBM ya han ofrecido trabajo a algunos de estos presos-, algo que no es baladí, puesto que, según datos oficiales, sólo el 38,84% (26.572) del total de los reclusos en Argentina realiza trabajos remunerados y, de ellos, apenas 9.300 presos (15%) trabaja por hasta 40 horas semanales.
Una de las claves del éxito de esta iniciativa es que para poder llevarlo a cabo no se requiere de poseer el título de Educación Secundaria, algo que quizás puede sorprender pero que con los años se ha demostrado que fue un acierto pues muchos presos han sido capaces de desarrollar un brillante pensamiento abstracto, ideal para la programación informática.
La clave, al parecer, es utilizar un método específicamente desarrollado para alumnos con una formación muy básica. En esencia, se enseña a programar como si se enseñara a jugar al ajedrez, es decir, que en lugar de acumular grandes volúmenes de datos lo que prima es la lógica.
Esto ha contribuido a que se beneficien del proyecto los colectivos más vulnerables como son las mujeres, especialmente, si tienen hijos pequeños; los homosexuales, transexuales y jóvenes entre 18 y 25 años.
Vistas las bondades del proyecto, éste opta ahora a ser uno de los ganadores de la convocatoria Liberando Ideas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que financiará la implementación piloto de hasta 3 soluciones con 5.000 a 10.000 dólares por proyecto –en este caso, favorecerá su expansión por más penales-. No en vano, sólo en América Latina y el Caribe hay 1,5 millones de hombres y mujeres en prisión y lo más dramático es que la mayoría de ellos están aún sin una sentencia judicial, encarcelados por delitos no violentos.
A través de Liberando Ideas, el BID espera promover proyectos como el de Fotea para reducir la estigmatización y promover la reinserción laboral de personas privadas de libertad.
¿Qué trabajo no requiere contacto directo con el empleador y, además, se puede trabajar de manera remota fácilmente? Programador; esa podría ser la profesión ideal para desterrar –o, al menos, driblar- ese prejuicio tan extendido con los ex reclusos.
¿Por qué no formar a los reclusos en el ámbito informático? A fin de cuentas, en Argentina hay más de 250 cárceles, en las que se alojan a alrededor de 69.000 presos. El mismo Fortea es informático y su sueño de crear una suerte de factorías de software repartidas por los diferentes penales de Argentina comenzó a hacerse realidad. Una iniciativa que, por qué no, bien podría replicarse al resto de las cárceles del mundo.
Entre los beneficios de este proyecto no sólo se encontraban el de favorecer la inclusión social, sino también el de mejorar la empleabilidad y la inserción laboral dado que la informática continúa siendo unas de las profesiones con mayor déficit de profesionales a pesar de su potencial.
El proyecto de Fotea, que ya tiene a sus espaldas varias ediciones –lleva desarrollándose desde marzo de 2010- cuenta con el aval de los ministerios de Justicia y Trabajo, así como del Servicio Penitenciario Federal, habiendo desarrollado un programa específico de formación.
Ya son muchos los reclusos que han terminado su condena con su título informático. No sólo eso, sino que antes incluso de salir, ya han adquirido los conocimientos necesarios para poder trabajar desde la prisión y ganar un dinero -multinacionales como IBM ya han ofrecido trabajo a algunos de estos presos-, algo que no es baladí, puesto que, según datos oficiales, sólo el 38,84% (26.572) del total de los reclusos en Argentina realiza trabajos remunerados y, de ellos, apenas 9.300 presos (15%) trabaja por hasta 40 horas semanales.
Método basado en la lógica
Una de las claves del éxito de esta iniciativa es que para poder llevarlo a cabo no se requiere de poseer el título de Educación Secundaria, algo que quizás puede sorprender pero que con los años se ha demostrado que fue un acierto pues muchos presos han sido capaces de desarrollar un brillante pensamiento abstracto, ideal para la programación informática.
La clave, al parecer, es utilizar un método específicamente desarrollado para alumnos con una formación muy básica. En esencia, se enseña a programar como si se enseñara a jugar al ajedrez, es decir, que en lugar de acumular grandes volúmenes de datos lo que prima es la lógica.
Esto ha contribuido a que se beneficien del proyecto los colectivos más vulnerables como son las mujeres, especialmente, si tienen hijos pequeños; los homosexuales, transexuales y jóvenes entre 18 y 25 años.
Vistas las bondades del proyecto, éste opta ahora a ser uno de los ganadores de la convocatoria Liberando Ideas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que financiará la implementación piloto de hasta 3 soluciones con 5.000 a 10.000 dólares por proyecto –en este caso, favorecerá su expansión por más penales-. No en vano, sólo en América Latina y el Caribe hay 1,5 millones de hombres y mujeres en prisión y lo más dramático es que la mayoría de ellos están aún sin una sentencia judicial, encarcelados por delitos no violentos.
A través de Liberando Ideas, el BID espera promover proyectos como el de Fotea para reducir la estigmatización y promover la reinserción laboral de personas privadas de libertad.
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