Datos personales, el petróleo del siglo XXI
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD)
anunciaba esta semana que arrancaba de oficio actuaciones previas de
investigación con objeto de examinar las comunicaciones de datos
personales realizadas entre Whatsapp y Facebook. A nadie se le escapa que la aplicación de mensajería, adquirida por esta red social en octubre de 2014, cambió en agosto sus términos de servicio y ahora comparte información con Facebook.
La AEPD, no sólo quiere poner el énfasis en esa información, sino también en los tratamientos que genera, para constatar si violan la legislación española en materia protección de datos de carácter personal. Así, la Agencia va a analizar qué información de los usuarios está siendo recogida por Whatsapp para su posterior envío a Facebook, con qué fines es utilizada, cuánto tiempo se conserva, etc. Alemania ya ha movido ficha y, a finales de septiembre la Comisión para la Protección de Datos de Hamburgo le prohibió expresamente a la aplicación de mensajería compartir los datos con Facebook.
¿Por qué este interés en cruzar la información? Sencillo, por su valor comercial. El almacenamiento de datos personales se incrementa cada día exponencialmente y, muy especialmente, en lo que ya se ha popularizado como la nube. En contra de lo que algunos ingenuos creen, el cloud no es un paraíso de algodón en el que nuestros datos están salvaguardados para nuestro único y disfrute; nada más lejos de la realidad: siguen estando almacenados en servidores físicos, de los que se hacen réplicas, y sirven a los intereses comerciales de las empresas.
Es uno de esos cálculos, un tanto cuestionables pero, desde luego, muy gráficos, se indica que el 90% de los datos que existen hoy en todo el mundo se han generado en los dos últimos años.
La información personal que confiamos a las empresas a través de las telecomunicaciones, tales como nuestra ubicación, hábitos de consumo, residencia, edad, profesión, etc... son un material muy rico para diseñar estrategias comerciales. Algunos, hace mucho tiempo, se dieron cuenta de ello y crearon un enorme nicho de mercado alrededor en torno suyo, creando una industria con comunidades de usuarios de todo tipo, software analítico que cruza información de las más diversas fuentes y una suerte de venta de la información al mejor postor.
Como consecuencia de ello, en uno de sus informes, la consultora británica Ctrl-Shift estimaba que este mercado de los datos personales, sólo en Reino Unido, mueve al año unos 16.500 millones de libras (más de 18.700 millones de euros). Para que dimensionen, el negocio de las farmacéuticas mueve allí unos 15.200 millones de euros anuales.
Y estas cifras son las que llevan a pugnas como la que está teniendo lugar –aunque esté menos aireada- entre las multinacionales Microsoft y Salesforce. El pasado mes de junio, el fabricante de Windows anunciaba su intención de comprar la red social profesional LinkedIn por 26.200 millones de dólares. De nuevo, por el extraordinario volumen de información valiosísima de usuarios que representa esta red.
Las autoridades reguladoras de EEUU, Canadá y Brasil ya han dado el visto bueno a esta operación, pero en Europa las cosas van más lentas y eso es así porque nuestras legislaciones en materia de competencia –además de en protección de datos personales- son mucho más estrictas que al oro lado del Charco.
Por su parte, Salesforce ha pedido expresamente que en la UE sean exhaustivos cuando analicen la compra, porque advierte de que los planes de Microsoft podrían pasar por bloquear a sus competidores el acceso a los datos de la red global de profesionales de LinkedIn, incurriendo en prácticas anti-competencia.
¿Qué está haciendo al mismo tiempo Salesforce? Lanzar contraoferta a LinkedIn para ser ella la que se haga con el botín de datos, de nada menos que 450 millones de profesionales en más de 200 países. Así lo desveló el Wall Street Journal, que informó de un correo electrónico del máximo responsable de Salesforce a los directivos de LinkedIn, con fecha posterior al anuncio de la compra de Microsoft, en el que aseguraba que podía pagar mucho más por ellos.
Con este panorama, quizás ahora comprenda usted mejor por qué a los datos personales, en muchos círculos, ya se les conoce como “el petróleo del siglo XXI”.
La AEPD, no sólo quiere poner el énfasis en esa información, sino también en los tratamientos que genera, para constatar si violan la legislación española en materia protección de datos de carácter personal. Así, la Agencia va a analizar qué información de los usuarios está siendo recogida por Whatsapp para su posterior envío a Facebook, con qué fines es utilizada, cuánto tiempo se conserva, etc. Alemania ya ha movido ficha y, a finales de septiembre la Comisión para la Protección de Datos de Hamburgo le prohibió expresamente a la aplicación de mensajería compartir los datos con Facebook.
¿Por qué este interés en cruzar la información? Sencillo, por su valor comercial. El almacenamiento de datos personales se incrementa cada día exponencialmente y, muy especialmente, en lo que ya se ha popularizado como la nube. En contra de lo que algunos ingenuos creen, el cloud no es un paraíso de algodón en el que nuestros datos están salvaguardados para nuestro único y disfrute; nada más lejos de la realidad: siguen estando almacenados en servidores físicos, de los que se hacen réplicas, y sirven a los intereses comerciales de las empresas.
Es uno de esos cálculos, un tanto cuestionables pero, desde luego, muy gráficos, se indica que el 90% de los datos que existen hoy en todo el mundo se han generado en los dos últimos años.
La información personal que confiamos a las empresas a través de las telecomunicaciones, tales como nuestra ubicación, hábitos de consumo, residencia, edad, profesión, etc... son un material muy rico para diseñar estrategias comerciales. Algunos, hace mucho tiempo, se dieron cuenta de ello y crearon un enorme nicho de mercado alrededor en torno suyo, creando una industria con comunidades de usuarios de todo tipo, software analítico que cruza información de las más diversas fuentes y una suerte de venta de la información al mejor postor.
Como consecuencia de ello, en uno de sus informes, la consultora británica Ctrl-Shift estimaba que este mercado de los datos personales, sólo en Reino Unido, mueve al año unos 16.500 millones de libras (más de 18.700 millones de euros). Para que dimensionen, el negocio de las farmacéuticas mueve allí unos 15.200 millones de euros anuales.
Y estas cifras son las que llevan a pugnas como la que está teniendo lugar –aunque esté menos aireada- entre las multinacionales Microsoft y Salesforce. El pasado mes de junio, el fabricante de Windows anunciaba su intención de comprar la red social profesional LinkedIn por 26.200 millones de dólares. De nuevo, por el extraordinario volumen de información valiosísima de usuarios que representa esta red.
Las autoridades reguladoras de EEUU, Canadá y Brasil ya han dado el visto bueno a esta operación, pero en Europa las cosas van más lentas y eso es así porque nuestras legislaciones en materia de competencia –además de en protección de datos personales- son mucho más estrictas que al oro lado del Charco.
Por su parte, Salesforce ha pedido expresamente que en la UE sean exhaustivos cuando analicen la compra, porque advierte de que los planes de Microsoft podrían pasar por bloquear a sus competidores el acceso a los datos de la red global de profesionales de LinkedIn, incurriendo en prácticas anti-competencia.
¿Qué está haciendo al mismo tiempo Salesforce? Lanzar contraoferta a LinkedIn para ser ella la que se haga con el botín de datos, de nada menos que 450 millones de profesionales en más de 200 países. Así lo desveló el Wall Street Journal, que informó de un correo electrónico del máximo responsable de Salesforce a los directivos de LinkedIn, con fecha posterior al anuncio de la compra de Microsoft, en el que aseguraba que podía pagar mucho más por ellos.
Con este panorama, quizás ahora comprenda usted mejor por qué a los datos personales, en muchos círculos, ya se les conoce como “el petróleo del siglo XXI”.
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