Lo que 'nos cuelan' por aceptar sin leer antes los 'Términos y Condiciones'
Términos y Condiciones ("Terms and Conditions"). La mayoría de las personas no se han leído jamás estos documentos que tenemos que aceptar para poder utilizar muchos servicios y redes sociales. Nos limitamos a dar "OK" o "Estoy de acuerdo" sin saber con certeza a qué estamos renunciando o qué privilegios otorgamos.
Organizaciones como Open Rights Group llevan años intentando que las compañías hagan estos textos más cortos y comprensibles con el fin de que todo el mundo entienda qué se hace realmente con sus datos e información personal. Todo esfuerzo ha caído en saco roto y con la consigna de "para mejorar el servicio", las compañías siguen haciéndose con los datos de los usuarios.
¿Qué clase de datos? Pues el contenido mismo. Fijémonos en Twitter, por ejemplo. Si hubiésemos tuiteado los 140 caracteres más originales de nuestra existencia, con autorretrato (selfie) incluido, y a la compañía del pajarito le gustase para montar una macro campaña de publicidad, no recibiríamos compensación alguna por ser el centro de esa campaña. ¿Por qué? Sí, lo han adivinado, porque previamente habíamos renunciado en los Términos y Condiciones. Instagram o Facebook son otros expertos consiguiendo que les ‘licenciemos’ nuestro contenido.
Continuando con Facebook, la red de Zuckerberg se ha convertido en todo un sabueso de nuestra actividad en la red. En sus Términos y Condiciones expone que tomará información de las páginas web por las que naveguemos, así como de las aplicaciones que utilizamos y que, a su vez, hagan uso de Facebook. ¿Qué significa "webs que hagan uso de Facebook"? Bueno, basta con que tenga un botón de Me Gusta... esta red social sabrá qué has estado allí... on-line, porque off-line ya nos tienen más que geolocalizados la mayoría de las veces, gracias a nuestros teléfonos móviles.
Lo mismo sucede con nuestras agendas de teléfono, especialmente con el nuevo tándem Facebook-Whatsapp. Por ceder, cedemos hasta los mensajes directos de Twitter, puesto que ésta indica que almacena y procesa todas nuestras comunicaciones y la información relacionada con ellas.
En cuanto al contenido ofensivo, las redes sociales se lavan las manos. Si hace unos días que Facebook anunciaba que no publicaría noticias falsas, Twitter es muy claro al indicar que no respalda, apoya, representa o garantiza la integridad, veracidad, exactitud o fiabilidad de cualquier contenido o comunicación publicados, y que tampoco respalda las opiniones vertidas vía tuit.
Pero, ¿sólo son estos datos los que cedemos sin saberlo? No, también renunciamos al derecho a demandar a las compañías gracias a lo que han bautizado como la "cláusula de arbitraje". Según esta cláusula, si tenemos un problema con compañías como Amazon, Instagram o Snapchat, por ejemplo, no podemos llevarles a juicio. En su lugar, tenemos que recurrir al arbitraje, a llegar a acuerdo extrajudiciales, lo que además de encarecer el proceso nos impedirá interponer demandas colectivas.
En cuanto a borrarnos del mapa (online, claro), buena parte de estas compañías se reservan ese derecho, que nosotros les cedemos previamente. Pueden borrar nuestras publicaciones si les place o, en el caso de Netflix, incluso, cortarnos el servicio si les parece "por cualquier razón". Y es posible que tú no puedas acceder, pero ellos sí. ¿Qué quiero decir? Que en ocasiones, incluso cuando nos damos de baja voluntariamente y nuestra cuenta desaparece, muchas de estas compañías conservan información personal de nuestro perfil... hasta las fotos... por mucho que las borremos, Facebook conserva la licencia sobre ellas hasta que no haya sido borradas de todos l@s amig@s de la red social que la hayan compartido previamente.
Organizaciones como Open Rights Group llevan años intentando que las compañías hagan estos textos más cortos y comprensibles con el fin de que todo el mundo entienda qué se hace realmente con sus datos e información personal. Todo esfuerzo ha caído en saco roto y con la consigna de "para mejorar el servicio", las compañías siguen haciéndose con los datos de los usuarios.
¿Qué clase de datos? Pues el contenido mismo. Fijémonos en Twitter, por ejemplo. Si hubiésemos tuiteado los 140 caracteres más originales de nuestra existencia, con autorretrato (selfie) incluido, y a la compañía del pajarito le gustase para montar una macro campaña de publicidad, no recibiríamos compensación alguna por ser el centro de esa campaña. ¿Por qué? Sí, lo han adivinado, porque previamente habíamos renunciado en los Términos y Condiciones. Instagram o Facebook son otros expertos consiguiendo que les ‘licenciemos’ nuestro contenido.
Continuando con Facebook, la red de Zuckerberg se ha convertido en todo un sabueso de nuestra actividad en la red. En sus Términos y Condiciones expone que tomará información de las páginas web por las que naveguemos, así como de las aplicaciones que utilizamos y que, a su vez, hagan uso de Facebook. ¿Qué significa "webs que hagan uso de Facebook"? Bueno, basta con que tenga un botón de Me Gusta... esta red social sabrá qué has estado allí... on-line, porque off-line ya nos tienen más que geolocalizados la mayoría de las veces, gracias a nuestros teléfonos móviles.
Lo mismo sucede con nuestras agendas de teléfono, especialmente con el nuevo tándem Facebook-Whatsapp. Por ceder, cedemos hasta los mensajes directos de Twitter, puesto que ésta indica que almacena y procesa todas nuestras comunicaciones y la información relacionada con ellas.
En cuanto al contenido ofensivo, las redes sociales se lavan las manos. Si hace unos días que Facebook anunciaba que no publicaría noticias falsas, Twitter es muy claro al indicar que no respalda, apoya, representa o garantiza la integridad, veracidad, exactitud o fiabilidad de cualquier contenido o comunicación publicados, y que tampoco respalda las opiniones vertidas vía tuit.
Pero, ¿sólo son estos datos los que cedemos sin saberlo? No, también renunciamos al derecho a demandar a las compañías gracias a lo que han bautizado como la "cláusula de arbitraje". Según esta cláusula, si tenemos un problema con compañías como Amazon, Instagram o Snapchat, por ejemplo, no podemos llevarles a juicio. En su lugar, tenemos que recurrir al arbitraje, a llegar a acuerdo extrajudiciales, lo que además de encarecer el proceso nos impedirá interponer demandas colectivas.
En cuanto a borrarnos del mapa (online, claro), buena parte de estas compañías se reservan ese derecho, que nosotros les cedemos previamente. Pueden borrar nuestras publicaciones si les place o, en el caso de Netflix, incluso, cortarnos el servicio si les parece "por cualquier razón". Y es posible que tú no puedas acceder, pero ellos sí. ¿Qué quiero decir? Que en ocasiones, incluso cuando nos damos de baja voluntariamente y nuestra cuenta desaparece, muchas de estas compañías conservan información personal de nuestro perfil... hasta las fotos... por mucho que las borremos, Facebook conserva la licencia sobre ellas hasta que no haya sido borradas de todos l@s amig@s de la red social que la hayan compartido previamente.
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