La solidaridad impostada en Navidad
Llega la Navidad y, de repente, todo el mundo es bueno. Para unos, eso es parte de la magia de la Navidad; para otros, entre los que me incluyo, una muestra más de esa solidaridad impostada que me revuelve las tripas. En el caso de los católicos (permítanme este breve apunte), me las revuelven doblemente, porque aquellos que caen en esa hipocresía lo hacen por parte doble: en primer lugar, porque cualquier persona honesta no actuaría de ese modo y, en segundo, porque además la religión que tanto defiende (normalmente no la profesan tanto) tampoco lo aprueba.
Una de las primeras pruebas palpables de esta solidaridad impostada la encontramos a un mes de que llegue realmente la Navidad: los alumbrados navideños. Madrid gastará casi 3 millones de euros, Málaga casi un millón... y las masas aborregadas, en lugar de criticarlas, acudirán en masa hiponotizadas por los destellos al presenciar con la boca abierta los destellos.
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Una de las primeras pruebas palpables de esta solidaridad impostada la encontramos a un mes de que llegue realmente la Navidad: los alumbrados navideños. Madrid gastará casi 3 millones de euros, Málaga casi un millón... y las masas aborregadas, en lugar de criticarlas, acudirán en masa hiponotizadas por los destellos al presenciar con la boca abierta los destellos.
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