La Constitución que no apoyó ni un 59%


Hoy se celebra los 41 años de nuestra vanagloriada e intocable (al menos con el consentimiento de la ciudadanía) Constitución. A lo largo del día se escucharán numerosas alabanzas a la Carta Magna, ensalzando nuestra mitificada Transición. Los datos oficiales en cambio, nos dicen otra cosa: mientras que en países como Italia o Francia su Constitución movilizó a un 94% y 88% del electorado, respectivamente, en España el apoyo ni siquiera llegó al 59%. Especialmente llamativos son los casos de Euskadi, rondando únicamente un 30% de apoyo; Galicia, rondando el 44%; o Navarra, con apenas un 50%.


Dicho de otro modo y como ponía de manifiesto el editorial del número 113 de Servir al Pueblo -periódico del Movimiento Comunista (MC)-, ese 59% de apoyo "quiere decir que, pese a la machacona, sistemática, omnipresente propaganda del SI en prensa,calles, radio y  -sobre todo- TV, la Constitución es poco más que la Constitución de la mitad de España porque apenas una de cada dos personas, entre los mayores de 18 años, ha decidido prestarle su apoyo".



Aquella Constitución, en cuyo referéndum el líder de la extrema-derecha Blas Piñar votó con un NO tan grande como le permitió la papeleta, hubo visiones críticas procedentes de la izquierda. La imposición de la Monarquía en la Constitución no fue algo del agrado del movimiento comunista, pese a las tragaderas del PCE con ello. Ya en enero de 1978 (ver Mundo Obrero nº 2), en una reunión plenaria de su Comité Central, presidida por Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, se expuso este tema como un punto crítico. Encomendar al Rey la designación del jefe del Gobierno suponía implicar al Rey en la vida política y permitir su intervención en los asuntos de los partidos.



A pesar de considerarlo un punto inaceptable, terminaría aceptándose. En aquella reunión, casi doce meses antes del referéndum, Carrillo afirmaba que "somos conscientes de que si planteáramos este tema romperíamos el equilibrio sobre el que va estableciéndose el proceso democrático, y lo romperíamos a favor de quien tiene la fuerza. No lo plantearemos, pues, lo que no nos impedirá afirmar en toda ocasión nuestro republicanismo".



Ya por aquel entonces, la izquierda apuntaba hacia lo que hoy podría ser solución a problemas como la cuestión catalana: el federalismo. En este sentido, Carrillo indicaba "otra conquista que hace un año apenas podíamos imaginar es la de las autonomías. Cierto es que no es el Estado federal que deseamos y propugnamos, pero la aceptación por la derecha del principio de las autonomías es un gran salto adelante, que va a permitir acercar el poder al pueblo, que va a limitar el poder centralista que ha frenado el desarrollo de los pueblos de España".

Por su parte, desde MC, cuyo lema de campaña -censurada tanto desde la derecha como desde la izquierda- llegó a ser "ningún voto de izquierdas para una Constitución de derechas", también fueron muy críticos con la imposición de la Monarquía, ocupando un lugar preeminente en sus acciones, al considerar que "la reivindicación de la República como forma de Gobierno, en principio, garantiza mejor las libertades".

Su apuesta entonces ya era por "la absoluta falta de representatividad popular del actual jefe de Estado, hasta que no se celebre un referéndum que permita al pueblo optar entre Monarquía o República, como en los avances democráticos que supuso históricamente para los pueblos del Estado español la II República, conquistas olvidadas, cuando no directamente negadas, por muchos partidos que se reclaman de izquierdas". 41 años después no hemos avanzado nada en este sentido.
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