Por qué no hay mascarillas
Especialmente durante la última semana, los medios y las redes sociales se han convertido escenario de la demanda legítima por parte de la comunidad sanitaria para disponer de más material de protección (mascarillas, batas desechables, gafas). Se trata de una situación insostenible, imprescindible para poder detener la pandemia porque quienes precisan ese material es el personal que está en la vanguardia de esta amenaza. Huelga pues, subrayar, que se trata de una demanda más que justificada. Sin embargo, no han faltado quienes han aprovechado esta carestía para atacar al Gobierno vertiendo, incluso, acusaciones de odio hacia determinadas Comunidades Autónomas. Si ampliamos la vista más allá de nuestras fronteras podemos observar que el resto de los países se enfrenta a idéntica problemática.
De hecho, hace ya diez días que Bloomberg avanzaba que precisamente el desabastecimiento este material sanitario sería uno de los grandes desafíos en todo el mundo. Ya entonces, la agencia de noticias informaba de cómo países como Alemania o Japón estaban ya reutilizando las máscarillas individuales. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), sus expertos calculaban que los fabricantes deberían incrementar su producción en un 40% adicional a lo que ya lo habían hecho.
The New York Times relataba ayer mismo cómo en EEUU, a pesar de disponer de más medios económicos y de haber sido alcanzada por la pandemia más tarde, se estaban replicando las mismas situaciones que en los hospitales españoles. En la mayor parte de los centros, todo el personal sanitario está en primera línea sin disponer de máscarillas, batas o gafas protectoras, lo que incrementa sus niveles de riesgo de infección y, con ello, su ansiedad y preocupación, no sólo por ell@s, sino también por sus familias. Según informa el medio, dos médicos de Urgencias están ingresados en situación crítica, docenas de trabajadores sanitarios están infectados y varios cientos han sido obligados a entrar en cuarentena.
El Departamento de Salud de EEUU estima que el país precisará alrededor de 3.500 millones de máscarillas y sus existencias a 10 de marzo únicamente cubrían un 1%. Como sucede en España, allí también se ha recurrido a las donaciones de particulares, incluso, a la fabricación casera, lo que no garantiza en modo alguno que supongan una protección real. Por ahora, Trump ha descartado aplicar la Defense Production Act, una ley que se remonta a la Guerra de Corea por la que el presidente puede adoptar medidas extraordinarias para obligar a la industria estadounidense a aumentar la producción de equipos necesarios para la seguridad nacional.
Algunos países, como Alemania, Corea del Sur o Rusia, prohibieron las exportaciones de máscarillas médicas. Se sumaban así a la lista de países como India, Taiwán, Tailandia y Kazajstán que habían cerrado sus fronteras para la venta al exterior de estos suministros. Hasta hace un par de días, la propia China conservaba restricción a la exportación de máscaras a fabricantes que, por ejemplo, exportaban material a España. Algunos asesores de Donald Trump están presionando al presidente de EEUU para que siga ese mismo camino.
No son pocos los expertos que han encendido las luces de alarma ante esta tendencia, que lleva a que los países más vulnerables se encaminen a una situación aún peor de lo que se vive en el hemisferio norte. Se profundizarán todavía más las divisiones globales, la desigualdad ante esta crisis sanitaria. En cierto modo, algo muy parecido a lo que algunos partidos políticos han intentando en España entre Comunidades Autónomas.
Según datos de la National Development and Reform Commission (Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma) de China, ya hay más de 2.500 empresas en el país produciendo este material, muchas de ellas reconvertidas (desde fabricantes de móviles, automoción o aeronáutica), para ronda una producción diaria cercana a los 120 millones de unidades diarias.
A pesar de este incremento de la producción, ésta no es suficiente para cubrir la demanda mundial, pero la dependencia del resto del mundo de China es más que evidente. A pesar de la ola de prohibiciones a la exportación, se trata de una solidaridad de ida y vuelta. Para muestra un botón: la empresa jienense Diseños NT, que fue objeto de una polémica artificial tras la intervención de 150.000 mascarillas por parte del ministerio de Sanidad para centralizar su reparto nacional, a principios de marzo continuaba exportando sus productos a China. Ahora, su producción de cerca de 80.000 mascarillas al día está volcada con España y, en cambio, China es la que dona material a nuestro país. Una donación clave, puesto que la empresa Sibol, única en España que fabrica mascarillas FFP3 que ofrecen máxima protección contra el coronavirus, está desbordada con su producción de 16.000 mascarillas al día.
Fuera de China, existen grandes fabricantes de máscaras, como 3M, DuPont De Nemours o Medicom –con fábricas en China-, pero sus esfuerzos tampoco alcanzan a satisfacer las necesidades. Desde la World Medical Association (Asociación Médica Mundial) se solicita a los gobiernos de EEUU y la Unión Europea que establezcan fábricas en estas geografías para poder garantizar el suministro del material sanitario.
De hecho, hace ya diez días que Bloomberg avanzaba que precisamente el desabastecimiento este material sanitario sería uno de los grandes desafíos en todo el mundo. Ya entonces, la agencia de noticias informaba de cómo países como Alemania o Japón estaban ya reutilizando las máscarillas individuales. Desde la Organización Mundial de la Salud (OMS), sus expertos calculaban que los fabricantes deberían incrementar su producción en un 40% adicional a lo que ya lo habían hecho.
The New York Times relataba ayer mismo cómo en EEUU, a pesar de disponer de más medios económicos y de haber sido alcanzada por la pandemia más tarde, se estaban replicando las mismas situaciones que en los hospitales españoles. En la mayor parte de los centros, todo el personal sanitario está en primera línea sin disponer de máscarillas, batas o gafas protectoras, lo que incrementa sus niveles de riesgo de infección y, con ello, su ansiedad y preocupación, no sólo por ell@s, sino también por sus familias. Según informa el medio, dos médicos de Urgencias están ingresados en situación crítica, docenas de trabajadores sanitarios están infectados y varios cientos han sido obligados a entrar en cuarentena.
El Departamento de Salud de EEUU estima que el país precisará alrededor de 3.500 millones de máscarillas y sus existencias a 10 de marzo únicamente cubrían un 1%. Como sucede en España, allí también se ha recurrido a las donaciones de particulares, incluso, a la fabricación casera, lo que no garantiza en modo alguno que supongan una protección real. Por ahora, Trump ha descartado aplicar la Defense Production Act, una ley que se remonta a la Guerra de Corea por la que el presidente puede adoptar medidas extraordinarias para obligar a la industria estadounidense a aumentar la producción de equipos necesarios para la seguridad nacional.
Algunos países, como Alemania, Corea del Sur o Rusia, prohibieron las exportaciones de máscarillas médicas. Se sumaban así a la lista de países como India, Taiwán, Tailandia y Kazajstán que habían cerrado sus fronteras para la venta al exterior de estos suministros. Hasta hace un par de días, la propia China conservaba restricción a la exportación de máscaras a fabricantes que, por ejemplo, exportaban material a España. Algunos asesores de Donald Trump están presionando al presidente de EEUU para que siga ese mismo camino.
No son pocos los expertos que han encendido las luces de alarma ante esta tendencia, que lleva a que los países más vulnerables se encaminen a una situación aún peor de lo que se vive en el hemisferio norte. Se profundizarán todavía más las divisiones globales, la desigualdad ante esta crisis sanitaria. En cierto modo, algo muy parecido a lo que algunos partidos políticos han intentando en España entre Comunidades Autónomas.
Los efectos de la globalización
Antes de que se produjera la pandemia, China era el gran productor de máscaras sanitarias. De hecho, acaparaba el 50% de la producción mundial, con alrededor de 20 millones de unidades diarias. Dada la situación mundial, estas fábricas han multiplicado por cinco la producción del material.Según datos de la National Development and Reform Commission (Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma) de China, ya hay más de 2.500 empresas en el país produciendo este material, muchas de ellas reconvertidas (desde fabricantes de móviles, automoción o aeronáutica), para ronda una producción diaria cercana a los 120 millones de unidades diarias.
A pesar de este incremento de la producción, ésta no es suficiente para cubrir la demanda mundial, pero la dependencia del resto del mundo de China es más que evidente. A pesar de la ola de prohibiciones a la exportación, se trata de una solidaridad de ida y vuelta. Para muestra un botón: la empresa jienense Diseños NT, que fue objeto de una polémica artificial tras la intervención de 150.000 mascarillas por parte del ministerio de Sanidad para centralizar su reparto nacional, a principios de marzo continuaba exportando sus productos a China. Ahora, su producción de cerca de 80.000 mascarillas al día está volcada con España y, en cambio, China es la que dona material a nuestro país. Una donación clave, puesto que la empresa Sibol, única en España que fabrica mascarillas FFP3 que ofrecen máxima protección contra el coronavirus, está desbordada con su producción de 16.000 mascarillas al día.
Fuera de China, existen grandes fabricantes de máscaras, como 3M, DuPont De Nemours o Medicom –con fábricas en China-, pero sus esfuerzos tampoco alcanzan a satisfacer las necesidades. Desde la World Medical Association (Asociación Médica Mundial) se solicita a los gobiernos de EEUU y la Unión Europea que establezcan fábricas en estas geografías para poder garantizar el suministro del material sanitario.
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