La telemedicina no era esto
Llevamos años leyendo extensos reportajes acerca de los beneficios de la telemedicina. Sin ni siquiera ahondar en la visión futurista de cirugías a distancia –que con el 5G han vuelto a estar en el candelero-, basta centrarnos en las consultas médicas por internet para comprobar que en España nos encontramos aún lejos de ello. El COVID-19 se ha encargado de demostrarnos que, con honrosas excepciones, la Sanidad Pública se encuentra a años luz de otros países, si bien es cierto que en la privada se reducen las distancias. La telemedicina, definitivamente, no era esto.
Lo más parecido a esa telemedicina que hemos vivido en nuestro país son las consultas telefónicas. Todavía a día de hoy, un urólogo de la Sanidad Pública atiende por teléfono a su paciente sin poder auscultarlo. Durante el estado de confinamiento, algunas enfermeras llegaron a efectuar entre 400 y 500 llamadas al día. La idea era que desde la Atención Primaria se tratara a las personas enfermas sin que éstas se desplazaran a los centros de salud. Se ha producido colapso, hasta el punto de que hubo enfermos con síntomas de COVID-19 que declararon no haber podido contactar con su médico por saturación en las líneas y falta de las mismas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años instando a los países a explotar el uso de la tecnología en medicina, incorporando elementos como las videocámaras. Entre las barreras a la adopción de esta fórmula, consultoras como Forrester Research destacan el coste, la disponibilidad y el topo de relación que se establece. En este sentido, la forma analista indica que si el paciente puede ver a su doctora o doctora, existen muchas más probabilidades de que haga uso del servicio de telemedicina. En España, alguna aseguradora privada declara haber atendido hasta 5.000 videoconsultas diarias, con las especialidades de pediatría, ginecología y psicología a la cabeza.
La falta de una cultura de telemedicina, las carencias de ésta en España y el colapso telefónico terminó derivando en que algunas Comunidades Autónomas como Andalucía optaran por aplazar todas las consultas que no fueran urgentes o recurrieran a la telemedicina con uso exclusivo del teléfono. Durante meses, solicitar una cita presencial con un médico de familia ha sido misión imposible en toda España y muchos pacientes, atemorizados por un posible contagio, prescindieron de asistencia sanitaria pese a sus dolencias.
Mientras, en países como EEUU, Forrester Research confirma el uso de las interacciones virtuales de atención médica durante los meses de confinamiento, estimando que éstas se prolongarán de aquí al final del año pudiendo alcanzar los 1.000 millones de interacciones. El coronavirus ha disparado las cifras, dado que aunque las previsiones de consultas de telemedicina de atención médica general han pasado de 36 millones a 200, las derivadas del COVID-19 se sitúan en los 900 millones.
Muchas aseguradoras han promovido este método como opción prioritaria para aquell@s pacientes que presentan síntomas o dolencias leves, con el objetivo de aliviar la carga de trabajo que se tenía en los centros sanitarios. En los países como EEUU, en los que se prevén estos incrementos masivos de la telemedicina, los centros sanitarios y las aseguradoras están viendo cómo hacer frente a la demanda sin provocar largos tiempos de espera. Identificar una consulta virtual con inmediatez es erróneo: las listas de espera para acceder a ellas son tan largas como las de las consultas presenciales.
El coste de las mismas será otro de los factores que mueva la tendencia hacia un lado u otro. Este tipo de consultas, ¿será más barato o más caro que las presenciales? Durante los meses más duros de la pandemia, la Administración Trump optó porque tuvieran el mismo coste, pero ya se escuchan muchas voces que apuestan por un precio superior.
Lo más parecido a esa telemedicina que hemos vivido en nuestro país son las consultas telefónicas. Todavía a día de hoy, un urólogo de la Sanidad Pública atiende por teléfono a su paciente sin poder auscultarlo. Durante el estado de confinamiento, algunas enfermeras llegaron a efectuar entre 400 y 500 llamadas al día. La idea era que desde la Atención Primaria se tratara a las personas enfermas sin que éstas se desplazaran a los centros de salud. Se ha producido colapso, hasta el punto de que hubo enfermos con síntomas de COVID-19 que declararon no haber podido contactar con su médico por saturación en las líneas y falta de las mismas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva años instando a los países a explotar el uso de la tecnología en medicina, incorporando elementos como las videocámaras. Entre las barreras a la adopción de esta fórmula, consultoras como Forrester Research destacan el coste, la disponibilidad y el topo de relación que se establece. En este sentido, la forma analista indica que si el paciente puede ver a su doctora o doctora, existen muchas más probabilidades de que haga uso del servicio de telemedicina. En España, alguna aseguradora privada declara haber atendido hasta 5.000 videoconsultas diarias, con las especialidades de pediatría, ginecología y psicología a la cabeza.
La falta de una cultura de telemedicina, las carencias de ésta en España y el colapso telefónico terminó derivando en que algunas Comunidades Autónomas como Andalucía optaran por aplazar todas las consultas que no fueran urgentes o recurrieran a la telemedicina con uso exclusivo del teléfono. Durante meses, solicitar una cita presencial con un médico de familia ha sido misión imposible en toda España y muchos pacientes, atemorizados por un posible contagio, prescindieron de asistencia sanitaria pese a sus dolencias.
Mientras, en países como EEUU, Forrester Research confirma el uso de las interacciones virtuales de atención médica durante los meses de confinamiento, estimando que éstas se prolongarán de aquí al final del año pudiendo alcanzar los 1.000 millones de interacciones. El coronavirus ha disparado las cifras, dado que aunque las previsiones de consultas de telemedicina de atención médica general han pasado de 36 millones a 200, las derivadas del COVID-19 se sitúan en los 900 millones.
Muchas aseguradoras han promovido este método como opción prioritaria para aquell@s pacientes que presentan síntomas o dolencias leves, con el objetivo de aliviar la carga de trabajo que se tenía en los centros sanitarios. En los países como EEUU, en los que se prevén estos incrementos masivos de la telemedicina, los centros sanitarios y las aseguradoras están viendo cómo hacer frente a la demanda sin provocar largos tiempos de espera. Identificar una consulta virtual con inmediatez es erróneo: las listas de espera para acceder a ellas son tan largas como las de las consultas presenciales.
El coste de las mismas será otro de los factores que mueva la tendencia hacia un lado u otro. Este tipo de consultas, ¿será más barato o más caro que las presenciales? Durante los meses más duros de la pandemia, la Administración Trump optó porque tuvieran el mismo coste, pero ya se escuchan muchas voces que apuestan por un precio superior.
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