La moneda digital, cada vez más cerca
Pese a la incertidumbre, el desconocimiento y, por qué no decirlo, los continuos intentos por boicotear la expansión de las criptomonedas -con Bitcoin a la cabeza-, los gobiernos cada vez se muestran más convencidos de que sus bancos centrales tendrán que entrar en el juego de la moneda digital. Básicamente, se trataría emitir dinero electrónico, dándole respaldo y crédito con reservas, en lugar de imprimirlo como ahora. Comienzan a ser una realidad los Bancos Centrales de Moneda Digital (CBDC por sus siglas en inglés, Central Bank Digital Currency).
La diferencia técnica frente a las criptomonedas tipo Bitcoin o Ether es que éstas se ejecutan con tecnología distribuida, totalmente descentralizada de modo que se precisan de múltiples dispositivos en todo el mundo para su verificación. La moneda digital, en cambio, está centralizada en los bancos centrales, como sucede con el dinero físico.
La otra gran diferencia, además de la volatilidad que se ha experimentado con los bitcoins, es el respaldo. Si la cartera o la compañía que provee su monedero digital cierra, quiebra o sufre un ataque informático masivo, corre el riesgo de que su criptomoneda se volatilice sin que el gobierno le respalde. En el caso de la moneda digital respaldada por un banco central, existirían fondos de garantía como sucede en la actualidad con el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que cubre el dinero depositado en las entidades bancarias españolas (ya sea en cuentas o en depósitos) hasta un máximo de 100.000 euros por titular y entidad.
Entre las ventajas que destaca el FMI para recurrir a este nueva fórmula se encuentra la reducción de los gastos de administrar y transferir efectivo. Las preocupaciones que generan iniciativas menos volátiles del sector privado, como Facebook con su Libra (ahora Diem), también hacen que se dispare la incertidumbre sobre la soberanía monetaria.
Además, el organismo internacional también ‘vende’ en la moneda digital un modo más inclusivo y sencillo para que personas que no cuentan con una cuenta bancaría sí puedan manejar dinero a través de sus teléfonos móviles… y de paso y a diferencia del dinero físico, tener una trazabilidad de todos sus movimientos, aunque esto último no lo explicita.
La idea de eliminar el dinero físico es algo que lleva barajándose desde hace muchos años, de manera que cualquier transacción que realicemos, ya sea con comercios o entre particulares, deje un rastro digital. Donde buena parte de la ciudadanía ve riesgos a su privacidad, el FMI o los órganos reguladores identifican una mayor transparencia y límites a actividades ilícitas como el blanqueo de capitales.
Bien es cierto que en éste último aspecto, cabría la posibilidad del anonimato si, en lugar de utilizar el teléfono móvil se emplearan tokens, es decir, dispositivos que no están asociados a una persona en concreto, como antiguamente los teléfonos prepago que no requerían de identificar al propietario. Este parece ser un requisito indispensable si se quiere conseguir la universalidad del sistema: sin el anonimato que sí aporta el efectivo, la moneda digital tendrá complicado su éxito.
Por otro lado, la puesta en marcha de una moneda digital ha de realizarse con sumo cuidado porque, de no medir bien los tiempos, se corre el riesgo de que demasiadas personas retiren a la vez el dinero de sus cuentas bancarias para comprar moneda digital y el Estado tuviera que recurrir al corralito. La legislación actual ha de cambiar mucho, modernizando los procesos regulatorios para que una fórmula de este tipo de veras tenga éxito.
A ello se suma, además, una labor de educación colosal para que lograr que un porcentaje muy elevado de la población deje de desconfiar del dinero digital. El efectivo está en el corazón del contrato social que legitima la confianza depositada en el dinero. De hecho, en una encuesta publicada por el BCE a finales del año pasado se revelaba que el efectivo continúa constituyendo el 73% del volumen de transacciones que se realizan y el 48% de su valor.
Así las cosas, ¿es viable un euro digital? A fin de cuentas, desde abril de 2020, China está probando su yuan digital y se estima que ya hay en circulación un volumen por valor de 150 millones de renminbi (RMB), es decir, unos 23 millones de dólares. El objetivo es que para los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022 el uso doméstico del yuan digital sea mucho más generalizado.
Son muchos los expertos que consideran que la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, no tardará en hacer público el anuncio, adelantándose incluso a la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, Janet Yellen. De hecho, en octubre del año pasado el BCE ya publicó un informe abordando el euro digital, aunque la posibilidad de su existencia se perfila como un complemento más que como un sustituto del efectivo, bien sea para determinado tipo de usuarios o para circunstancias específicas.
Finalmente, el éxito o no de la moneda digital también pasa por ver cómo se conjuga con los actores que ya están en juego, es decir, la banca privada y las multinacionales como Visa o Mastercard. Dado que son muchos los expertos que apuestan porque sean los bancos centrales quienes gestionen la moneda digital que, además, tendría tipos mucho más competitivos que los depósitos de los bancos, ¿en qué lugar quedan éstos? En cuanto al pago con tarjetas de crédito, ¿qué sucedería con ellas? ¿Serían el próximo Blockbuster?
Salvar el modelo de negocio de esos actores pasa por restar ventajas a la moneda digital y, a la postre, por perjudicar a las personas usuarias, algo que cuando se trata de dinero y banca sabemos que es lo habitual.
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