La carrera espacial baja al parqué
Hace una semana, Rusia anunciaba que se retirará de la Estación Espacial Internacional (EEI) en 2024. En mitad de la guerra de Ucrania, Moscú quiere cortar lazos con Occidente y cierra el grifo a este proyecto conjunto iniciado en 1998 y que requiere de una fuerte financiación. Precisamente por ello, EEUU ha entrado en pánico y ya ha iniciado sus gestiones para encontrar un remplazo.
De aquí a 2024 todavía pueden pasar muchas cosas, pero asistimos a la reconstrucción de los dos polos hegemónicos de la Guerra Fría y la cuestión es sacar músculo ante el otro. A fin de cuentas, la fecha inicial de finalización de la EEI era 2016 y desde entonces Moscú ha estado coqueteando con la idea de abandonarlo.
Por este motivo, tras el anuncio de su retirada de la EEI, el Kremlin no ha querido dejar pasar la ocasión para avanzar que construirá su propia estación. Así lo puso de manifiesto el máximo responsable de Roskosmos –la NASA rusa-, Yuri Borisov, que se comprometió a cumplir con lo acordado hasta el día de su abandono definitivo de la EEI. Este proyecto no es el único que se ha visto afectado con la guerra de Ucrania; la iniciativa conjunta entre Roskosmos y la Agencia Espacial Europea (ESA) de lanzar un robot a Marte también ha sido cancelado, así como los lanzamientos desde la nave rusa Soyuz desde las instalaciones de la ESA en la Guayana Francesa.
Más allá de las dificultades que tendrá Rusia para cumplir con lo anunciado de construir su propia estación espacial, dados el estrangulamiento financiero a que está siendo sometida con las sanciones internacionales y al propio coste de la guerra, lo cierto es que su retirada es un duro revés para EEUU y el resto de socios de la EEI, entre los que se encuentran Europa, Japón y Canadá.
Así las cosas, no sorprende que desde la NASA se esmeren en encontrar un reemplazo con el que mantener una misión que en sus planes estaba extender hasta al menos 2030. Alrededor del 17% de la EEI es ruso, siendo la mayor parte de las instalaciones propiedad de EEUU. A pesar de que es un porcentaje relativamente pequeño, la criticidad de algunos de los componentes hace sudar frío en la NASA. Es el caso del módulo Zvezda (Estrella, en ruso), que vendría a ser el motor de la estación que le permite mantener la órbita y poder maniobrar para esquivar la basura espacial.
El módulo Zvezda desaparecería en 2024 y es preciso un reemplazo, motivo por el cual ya hay unas cuantas empresas que se han comenzado a postular para sacar oro de la situación. Es el caso de SpaceX, la compañía de Elon Musk; Boeing, que ya en el pasado fue contratista de la NASA para la construcción de la EEI en la década de los 90 –lo que aporta un plus de conocimiento de las instalaciones espaciales-; o Northrop Grumman, que dispone de la tecnología necesaria para llegar al espacio con sus Cygnus, que ya estaban en los planes de la NASA para la EEI. En este último caso, incluso, Northrop Grumman ya se hizo hace unos años con el contrato para construir un módulo habitacional previsto para la estación espacial lunar, Lunar Gateway.
La carrera espacial baja a las adjudicaciones, que dado que en los tres casos mencionados se trata de compañías en bolsa, puede traer consigo un seísmo en el parqué, cuyos analistas e inversores comienzan a afilar sus garras mientras hacen números.
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