Barnés y las científicas de la Segunda República
Es 14 de abril, 92º aniversario de la proclamación de uno de los periodos más brillantes de la historia reciente de España: la Segunda República. Uno de los aspectos que no se han abordado con la profundidad que merece es el científico, que gozó de un nivel y reconocimiento internacional a la altura de otros ámbitos como el cultural. Es por ello que este espacio rinde su homenaje a aquel periodo, centrándose en una de las figuras de la época, exponente además de las científicas que se abrieron paso: Dorotea Barnés, nacida en Pamplona (1904) y fallecida en Fuengirola (2003), hija del que fuera ministro de Educación en la Segunda República (1933), Francisco Barnés.
El aperturismo mental y político que trajo consigo la Segunda República otorgó un mayor protagonismo a la mujer en muchos campos y el científico no fue una excepción. Aunque es cierto que buena parte de los avances producidos en este periodo encuentran su origen en la creación en 1907 de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), que llegó a estar dirigida por Santiago Ramón y Cajal, merece reconocerse que con la caída de la dictadura de Primo de Rivera recuperó su esplendor y plena autonomía.
Es por ello que el International Health Board de la Fundación Rockefeller donó una importante suma y en 1931 se levantó el Instituto Nacional de Física y Química –aunque se inauguró en 1932-, organizado en las secciones de Electricidad y Magnetismo, Rayos Roentgen, Espectroscopía, Química Orgánica, Química-Física y Electroquímica.
Tal y como relata Carmen Magallón Portolés en su impagable libro Las mujeres del Instituto Nacional de Física y Química, de 1931 a 1937 hubo 36 mujeres de un total de 158 personas entre el personal científico del centro. Esta cuota del 22% puede parecer pobre hoy en día, pero entonces era destacable, especialmente si tenemos en cuenta que la llegada de la mujer a la universidad en España no se produjo hasta 1910.
Sólo ocho de estas 36 mujeres obtuvieron beca, siendo una de ellas Dorotea Barnés, de la Sección de Espectroscopía, con la que pudo cursar estudios de Química en Smith College de Massachusetts (EEUU). Realizó cinco publicaciones de un total de 42 artículos escritos, dándose la circunstancia de que seis de las científicas fueron autoras de las tres cuartas partes del total.
El éxito en EEUU
La Sección de Espectroscopía estuvo dirigida por Miguel Antonio Catalán Sañudo, que fue uno de los investigadores españoles cuyos resultados lograron mayor repercusión internacional y que, curiosamente, más se rodeó de un equipo femenino (junto a la Sección de Química-Física). Así, tres de los cinco becarios que trabajan con Catalán fueron son mujeres (Dorotea Barnés, Pilar Martínez Sancho y Pilar de Madariaga) y otro tanto sucedía con los colaboradores. En total y excluyendo a Catalán, la proporción era del 50%, con seis mujeres de un total de doce.
El papel de Barnés cobra especial relevancia cuando durante el curso de 1931-1932 se montó un espectrógrafo para el estudio del efecto Raman (en honor a su autor, el indio Chandrasekhara Venkata Raman, que recibió el Premio Nobel de Física en 1930), que en la actualidad se utiliza para el análisis de muestras biológicas como la glucosa, sangre, orina, etc., ofreciendo un diagnóstico cualitativo y cuantitativo.
Durante el montaje del espectrógrafo surgieron problemas y fue ella la que viajó hasta laboratorio del profesor Kohlrausch en Graz (Austria) para familiarizarse con la espectroscopía Raman. Barnés no sólo había estado becada en el Smith College, sino que también la Universidad de Yale la becó, aunque sería necesaria una prórroga de la JAE para poder prolongar su estancia en EEUU. Barnés llegó a tener un peso importante en la Sociedad Española de Física y Química (SEFQ).
Fue precisamente su estancia en EEUU la que despertó su interés por la espectroscopía para el análisis químico, enfocando su investigación en este campo tutelada por Mary Louise Foster, del Departamento de Química, fundadora del laboratorio de su nombre en Madrid, y de Gladys Anslow, una doctorada en Física por Yale (1924), profesora del Departamento de Física.
Así pues y como destaca Magallón en su libro haciéndose eco de las Memorias de la JAE correspondientes a 1932, la introducción de la espectroscopia Raman en España recayó en gran medida en Barnés. De hecho y tras los meses que pasó en Austria, la científica publicará al respecto antes incluso que Catalán, siendo el suyo el primer trabajo español de investigación publicado sobre este tema, concretamente en Anales de la Sociedad Española de Física y Química, en el número de septiembre-octubre de 1932.
Aún en el equipo de Catalán, obtuvo la cátedra de Física y Química del Instituto Lope de Vega de Madrid. Sin embargo, la guerra y la represión franquista truncaron su brillante carrera científica, teniendo que exiliarse con su familia –su marido y su hija de algo más de un año- a Carcassone (Francia). Regresaría a España en 1940, donde fue inhabilitada para la enseñanza y no volvió a investigar. Aunque fue el régimen franquista quien hizo irreversible que Barnés no pudiera volver a la investigación, resulta desolador releer las anotaciones de Magallón, que llegó a entrevistarse en varias ocasiones con la científica y en mayo de 1996 le confesaría que “a mí me retiró de la ciencia mi marido”.
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