El viaje de las balas que llegan a Ucrania
El periodista de investigación del USA Today Nick Penzenstadler firma esta semana un interesantísimo reportaje en el que muestra con toda crudeza el negocio de la guerra. Compañías de logística de EEUU que compran a precio de ganga millones de balas para vendérselas después por el doble a países europeos que terminan donándolas a Ucrania.
La contraofensiva que está llevando desde hace meses Ucrania contra Rusia está precisando mucha munición, más de la que Europa es capaz de producir. Como consecuencia de ello, la demanda de acuerdos privados en EEUU se ha disparado y el año pasado el Departamento de Estado firmó más de 154.000 millones de dólares en acuerdos comerciales de armas directamente con países extranjeros, lo que supone un incremento del 48% respecto al año anterior.
La escena que describe Penzenstadler en el almacén de Missouri de una de las empresas de logísticas que comercializan armas es escalofriante: palés de cajas y más cajas de balas calibre 50. Tres millones de balas en total que podrían alimentar a una ametralladora disparando sin parar durante ocho horas al día, siete días a la semana durante seis meses. Estas balas son las que disparan las ametralladoras atornilladas en camiones o soportes móviles, capaces de atravesar hormigón o vehículos blindados con una velocidad sostenida de 40 disparos por minuto.
Ahora tienen por destino Ucrania, pero durante la Administración Trump en 2019, abastecían a Arabia Saudí, que masacraba con ellas a la población de Yemen. Joe Biden suspendería temporalmente estas ventas en 2021, mientras se revisaban todos los acuerdos comerciales durante el gobierno republicano. En otras ocasiones, como se apunta en el artículo, esta empresa de logística lleva cargamentos cerca de la frontera de Siria o a las regiones más inestables de Irak.
El destino es Ucrania –aunque los aviones aterrizan en Rzeszów (Polonia)-, el comprador, Países Bajos. Entra en juego aquí la perversa ingeniería aritmética pues, aunque el país europeo dona toda esta munición al gobierno de Zelensky, la hace pasar por su contribución a la OTAN. Lo hacen, además, según el empleado de la compañía de logística que se las vende, vinculándolas a un porcentaje del PIB, para tratar de acercarse al mandato del 2% de contribución a la Alianza del Atlántico Norte.
El dueño de la compañía admite que “la guerra es mala”, pero no duda en precisar que, “en último extremo, es muy rentable”. Su empresa de logística, como muchas otras, se han encargado de enviar tanta munición y tan rápido como fuera posible al frente ucraniano.
Penzenstadler describe cómo más de 14.000 entidades estadounidenses tienen autorización para realizar actividades comerciales en el segmento de Defensa. Sobre el papel, sus actividades son monitorizadas por toda una suerte de agencias gubernamentales, aunque rara vez trascienden al espacio público. El mensaje que se transmite es que todo está en regla y que la gestión que se realiza de cada transacción es escrupulosa, pero en una guerra como la de Ucrania, donde la urgencia se ha vuelto una constante, aparecen en escena personajes de toda calaña.
La urgencia de la guerra ha creado un opaco sistema de intermediarios, un flujo de tráfico de armas entre países, que hace complicada la constancia y aprobaciones de estos envíos en registros públicos, según señala el periodista del USA Today. Lo que sucede con toda esta munición después de su venta y, sobre todo, tras su entrega, es imposible de averiguar. A fin de cuentas, resulta mucho más sencillo revender un palé de balas que un F-16 y los 600 millones de dólares en ventas comerciales directas desde EEUU con destino a Ucrania dan para muchas balas. Suena modesto comparado con los 44.000 millones de dólares de donaciones del gobierno de EEUU, pero, aun así, es mucha munición.
En este sentido, Penzenstadler explica que tras la invasión de Rusia en 2014, un proyecto de investigación de armas suizo llamado Small Arms Survey estimó que en un año las incautaciones en el campo de batalla y otras formas de desvío provocaron la desaparición de 300.000 armas pequeñas y ligeras, incluidas 100.000 sólo en Crimea. Se trata de productos con una vida útil muy larga que pueden terminar años después en cualquier país africano o de Oriente Medio.
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